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Rebajas y plagios de saldo

Uno de los integrantes del ballet de la gala del 31º Festival de la Canción de Benidorm se santiguaba el jueves entre bambalinas poco antes de salir al escenario. Visto lo que llegó después, los que deberían haberse hecho cruces eran los asistentes al espectáculo. La primera noche del festival que encumbró al cantante Julio Iglesias ofreció una gala que, conducida por las humoradas y retruécanos de Pedro Rollán y Ana García Obregón, navegó entre las actuaciones de artistas invitados que no atraviesan el mejor momento de su carrera y un elenco de concursantes entregados al plagio más o menos conseguido, para acabar naufragando en un mar de mediocridad. El festival ya no es lo que era, una cantera para descubrir nuevos valores, porque ninguna promesa se pudo ver en los seis concursantes que pasaron el jueves por el escenario decorado con motivos marítimos del auditorio Julio Iglesias, a la mitad de su aforo. Variedad sí hubo: por allí desfilaron un Sergio Dalma de perfil grecorromano, una chica que echó a perder una gran voz al entregarse a delirios operísticos con denominación de origen de Mónica Naranjo, unos Presuntos Implicados con alma latina, un pequeño Eros Ramazzotti, unos Pimpinela a ritmo de salsa machacona y un sosías de Enrique Iglesias. El denominador común entre todos ellos fue una preocupante falta de originalidad y una inexplicable querencia por la música de ascensor. Las actuaciones de artistas consagrados tampoco contribuyeron a subir el nivel de esta primera noche. A la espera de las actuaciones de artistas en alza como Ketama -con toda seguridad, lo más apetecible del certamen- y la sabrosa Lucrecia, el aperitivo de la noche del jueves no pudo resultar más indigesto. Pedro Rollán anunció a Romano, duo de rumba discotequera que tiene lazos sanguíneos con Azúcar Moreno, como los autores de la que posiblemente sea la canción del verano. Fue lo más sensato que se oyó en toda la gala. Un tema en el que piden hasta la saciedad ayuda para partir y batir chocolate no tiene nada que envidiar a rompe-pistas de veranos pasados como Sopa de caracol o El tiburón. En el apartado de medianas y viejas glorias, se pudo asistir al ocaso del grupo de pop latino Danza Invisible, que murió de éxito tras Sabor de amor y ahora corteja el reggae de medio pelo. Una lástima. La catarsis final corrió a cargo de Dyango, que regresó al festival que le había proclamado como vencedor 22 años antes para ofrecer rancheras de ayer y de hoy pasadas por el tamiz de su canto mitad histriónico, mitad estreñido. Entre tanta música ligera lastrada por caspa tardofranquista y ritmos latinos calzados a capón, la cantante Greta se presentó con sus Garbo y constituyeron un soplo de aire fresco. No es que su soul azucarado se diferencie en demasía de lo que ya hacen en Estados Unidos divas como Whitney Houston, pero la chica tiene una voz privilegiada y sus garbosas acompañantes con look alternativo de diseño cumplen con creces su función decorativa. Las actuaciones de unos y otros, amén de un vistoso baile al ritmo de un refrito de éxitos veraniegos que sonó a refinada tortura, estuvieron espigadas por los comentarios de Rollán y una Obregón envuelta en unas vaporosas gasas diseñadas por el modisto alicantino Hannibal Laguna, por aquello de hacer país. Él estuvo a ratos procaz y a ratos paternalista, ella, cortita y despistada. Muy metidos ambos en los papeles que tradicionalmente se reservan a las parejas de presentadores. Y mientras en el escenario se sucedían los despropósitos retransmitidos en directo por Notícies 9 y a la 1.30 de la madrugada por La Primera de TVE, los chavales del público aprovechaban los intermedios para recabar autógrafos de los famosos y famosas del jurado. La risueña Loreto Valverde fue una de las más solicitadas. Lo dicho. El festival benidormí, recuperado por el PP después de quedar desterrado en la etapa de gobierno municipal socialista, está, además de pasado de moda, desvirtuado en su espíritu. Hasta al propio alcalde, Vicente Pérez Devesa, le traicionó su subconsciente. Cuando Rollán le preguntó por su visión del certamen, el primer edil lo calificó como "el primer instrumento de promoción de la ciudad". Claro que luego se corrigió y lo denominó "plataforma para promocionar la música ligera", aunque para entonces alguno que otro de los aspirantes a estrella debió darse cuenta de que su papel allí era el de mera comparsa de unas vacaciones que se viven todo el año.

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