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A medias

Kohl partió hacia Bruselas con un Duisenberg indiviso en su programa; regresó con uno temporalmente demediado. No se trata del éxito arrollador que deseaba después de todos los infortunios de las pasadas semanas. (...) Pero la Europa de Maastricht tampoco es algo que acelere el pulso del pueblo, lo que, de todos modos, tampoco supone una sentencia válida sobre la empresa. En Alemania, la mayoría se resigna a su pesar al cambio de moneda porque no puede hacer nada por evitarlo. (...) Kohl intenta ganarse a los reacios y a los reticentes, trata de disipar el temor con argumentos de diversa capacidad de convicción. De ellos, el más débil hasta ahora es que la introducción del marco hace medio siglo estuvo acompañada de una gran inseguridad, lo que no es cierto. (. . .) La gente no dudaba entonces de la nueva moneda, sino de los anuncios de que pronto todos tendrían bastante para poder vivir con ella. Ahora, por el contrario, se retira una moneda estable que los alemanes aprendieron a valorar durante cinco décadas. A pesar de todo, Kohl probablemente intentará atraerse votos con el tema de Europa, y no le falta razón. El reciente espectáculo de Bruselas habrá confirmado a muchos alemanes la idea de que, en un terreno con tantas trampas y dificultades, Kohl es quien se mueve con mayor seguridad, pues tiene una experiencia de 15 años y, en el ámbito de los estadistas europeos, goza de un respeto no exento de temor. (...), 4 de mayo

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