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Un trotamundos curioso

Miguel Ángel Villena

Rafael Lapesa Melgar nació en Valencia el 8 de febrero de 1908, aunque la familia se trasladó a Madrid cuando el hoy académico apenas era un niño. En la capital ha transcurrido la mayor parte de su vida y ha desarrollado casi toda su obra, pero su condición de profesor y su vocación de trotaundos llevaron a Lapesa -junto a su añorada mujer, Pilar Lago, fallecida a mediados de los ochenta- a residir durante temporadas en Estados Unidos, en varios países latinoamericanos y en regiones españolas como Asturias, Castilla, Valencia o Andalucía.En la posguerra, Lapesa tuvo dificultades, y esa insoportable atmósfera de los años duros del franquismo le hizo aceptar la invitación de su maestro Américo Castro para impartir clases en Estados Unidos. "Fui para un año y al final pasé allí cinco. Castro pensó que me quedaría, pero España me tiraba mucho. Ahora bien, Estados Unidos me sirvió para ponerme al día en las innovaciones lingüísticas".

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No ha tenido hijos Rafael Lapesa y durante la conversación sus ojos sólo se ensombrecen cuando habla de su mujer o cuando recuerda los recientes fallecimientos de sobrinos. "Hubiera sido bonito enseñar a un hijo, aunque he tenido miles de hijos-alumnos", comenta el anciano lingüista.

Católico creyente, cuando se le pregunta cómo se siente de ánimos a sus 90 años de edad, Lapesa responde en tono socarrón: "El famoso historiador del arte Manuel Gómez Moreno decía, cuando ya estaba muy viejo, que sobre todo sentía curiosidad por pasar a la otra vida. Pues a mí me pasa lo mismo".

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