Victoria de la justicia

Sigo con especial interés las diligencias judiciales que se desarrollan en España en el proceso que juzga supuestos delitos de genocidio y terrorismo perpetrados por diversos militares y colaboradores durante los periodos dictatoriales en Argentina y Chile, tanto por proximidad emocional de quien le habla, que durante muchos años vivió y conoció la realidad latinoamericana, como por simple sentido común.Durante las últimas semanas, en su periódico he asistido apesadumbrada a las diversas manifestaciones de víctimas que recuperan desde lo más hondo de su castigada memoria el dolor, las vejaciones, la pérdida de hijos y personas queridas, retazos de profundas heridas, sufrimientos y humillaciones sufridos dentro de un estado de impunidad y confusión que durante muchos años castigó con virulencia muchos países suramericanos, que iban sucumbiendo a la fiebre de un régimen político impuesto por la fuerza y la sinrazón. Pienso que la emergencia en la memoria de acontecimientos tan penosos hace, efectivamente, revivir para muchos las sombras que obstinadamente se quieren olvidar por su cruel evocación, aunque igualmente entiendo que se hace absolutamente necesario no olvidarlos jamás, de manera que se pueda perseguir a los verdugos y permitir que la memoria de las víctimas se nutra de algo más que de viles imágenes y macabros recuerdos.

Espero poder asistir a la victoria de la justicia y el sentido común, y que declaraciones como las del ex dictador Augusto Pinochet (EL PAÍS, 31 de octubre de 1997) renegando de su culpabilidad, cuando hechos tan flagrantes y evidentes le empujan a sentar cátedra de delitos contra todo un pueblo, no sean más que tristes anécdotas de una guerra que para muchos aún no ha concluido y que dicha impunidad pueda ser contestada desde la justicia y el Estado democrático y de derecho, y que el propio comandante en jefe del Ejército de Chile pueda presenciar.-