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El director de 'Familia' rueda la vida de tres jóvenes de barrio

Fernando de León, uno de los recientes descubrimientos del nuevo cine español, rueda estos días en Madrid su segundo largometraje, Barrio, que narra la vida de tres quinceañeros en la periferia deprimida de una gran ciudad.

Escrita por el propio director, que saltó a la fama el año pasado con Familia, una ópera prima muy alabada por la crítica, Barrio no se parece en casi nada a aquélla, "salvo en que el título es una sola palabra. Familia se rodó en una casa, y Barrio es muy rica en escenarios y exteriores".

Pero aquí también hay una intención de crítica social, dice De León, "y relaciones y situaciones que parten de la realidad y viajan hasta el absurdo o el surrealismo".

La peripecia se centra en las andanzas veraniegas de unos jóvenes "muy tímidos, sin oficio ni futuro ni chicas, pero capaces de tener grandes amores muy pequeños y de vivir de forma muy intensa".

El director, que no ha cumplido aún 30 años, aclara que no quería hacer una película "de chabolismo" sino poner la mirada en "los sin voz y los sin dinero", esas clases casi urbanas marcadas por el paro, la inmigración ilegal o la miseria profunda: "En esta época que algunos llaman floreciente -presumimos de ser la sexta, o la novena, potencia económica- existen todavía barrios terribles donde es muy duro vivir".

Documentación

De León ha conocido a fondo esos lugares durante los tres meses que ha estado localizando y haciendo el casting, resuelto con la elección para los papeles principales de tres desconocidos jóvenes -Críspulo Cabezas, Eloy Yebra y Tiny Beneyto- que viven en Madrid Sur (los secundarios son Alicia Sánchez, Emilio Guillén y Paco Algora)."La preparación del rodaje ha sido una gran fuente de documentación", dice. "Escribí el guión a partir de notas de las secciones de local y de sucesos de los periódicos, pero según nos íbamos metiendo debajo de los subterráneos de la M-30, conociendo a la gente que vive allí, su hermandad y su solidaridad, mi forma de ver las cosas iba cambiando. La realidad te sobrepasa por todas partes, es por lo menos tres veces más fuerte de lo que parece desde fuera".

Eso ha dado a la película "más acidez y mala leche, aunque también bastante más ternura", afirma De León, que se declara forofo del neorrealismo, del espíritu autocrítico de los nuevos cineastas británicos y del humor berlanguiano, aunque rechaza el localismo obvio: "Procuro que no se note que rodamos en Madrid porque me gustaría que la película se pueda ver como una metáfora de la vida en Occidente. Me interesa hablar del barrio como de un estado de ánimo moral y económico. Y no creo que haya muchas diferencias entre unos barrios-dormitorio y otros: el bienestar siempre está al fondo. Lejano, inalcanzable".

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