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Hartos de Alemania

Soledad Gallego-Díaz

"Más vale una Alemania europea que una Europa alemana". La frase fue acuñada por un ministro de Asuntos Exteriores germano, Hans Dietrich Genscher, y ha sido repetida con un notable despliegue propagandístico, hasta convertirse en una verdad revelada para el resto de los europeos: la única forma de evitar que renazcan los demonios alemanes y que Alemania "torne" Europa por la fuerza (si no militar, como en épocas anteriores, sí económica), es que Alemania se "ancle" en las instituciones comunitarias.Puesto que esto es así, sin discusión, lo lógico es que todos hagamos lo posible para facilitar esa integración. En este momento concreto, con la unión monetaria al alcance de la mano, lo razonable es que prestemos atención a su estado de ánimo: la gran prueba de ese "anclaje" que van a dar los dirigentes alemanes al resto de los países comunitarios es el "sacrificio" del marco. Cierto que para ello han impuesto una serie de condiciones pero... ¡qué menos! dada la magnitud del gesto. No pasa semana sin que los responsables del Bundesbank -cada vez más apoyados por dirigentes políticos- adviertan al resto de los europeos que si esas condiciones no se cumplen rigurosamente, todo el proceso de integración monetaria podría retrasarse. Las consecuencias serían malas para Alemania, pero peor aún -y sin duda tienen razón a estas alturas de la historia- para sus socios.

La gran equivocación de los europeos respecto a Alemania ha sido asumir la frase de Genscher y permitir que arraigara además en la opinión pública alemana. No sólo porque contiene una amenaza (y verdaderamente resulta asombroso que se haya aceptado sin poner el grito en el cielo) sino, sobre todo, porque es falsa.

El país que más se ha beneficiado de la Comunidad Europea ha sido Alemania; desde luego, por encima de Francia y no digamos de España. Sin el Tratado de Roma, es difícil creer que Alemania hubiera, conseguido recomponerse a la velocidad que lo hizo; sin el mercado único, hubiera encontrado muchas dificultades para lograr el poderío industrial y comercial de que dispone hoy día en los otros países comunitarios; y sin el proceso de construcción europea en marcha, nunca se hubiera podido producir la reunificación como se produjo, aceptando todos los europeos pagar parte de la factura, como hicimos.

Irrita que los alemanes crean que países como España han recibido más que ellos: alguien debería explicarles que buena parte del dinero que la UE ha destinado a nuestro pais ha vuelto al suyo en forma de importaciones. La propia Comisión Europea reconoce que los fondos estructurales y de cohesión han provocado un aumento -en nada menos que un 70%- de las importaciones españolas, algo asi como 160.000 millones de pesetas anuales.Si Alemania está dispuesta a "sacrificar" el marco no será desde luego para controlar sus "demonios" (si sus dirigentes no estuvieran dispuestos a hacerlo, seguro que habrá otros capaces de imponérselo), sino porque la moneda única le permitirá afrontar mejor los desafíos de la economía globalizada del siglo XXI. Porque ellos saben que con el marco Alemania no podría seguir siendo lo que es.

Quizá ha llegado el momento de dejar claro que el dilema no es una Alemania europea o una Europa alemana, sino una Alemania europea o una Alemania tan en declive como los demás países del viejo continente frente a un mundo radicalmente distinto. Y de demostrar que el resto de los europeos sabemos de qué se trata y estamos hartos de mixtificaciones y amenazas. Alemania no se está sacrificando en aras de la paz, sino adaptándose, como todos, y en su propio beneficio, a unas nuevas circunstancias que escapan de sus manos. No hay nada que agradecer y, desde luego, ninguna "pax alemana" que respetar.

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