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'La caza de putas'

Quince años antes de que el senador fascista Joseph McCarthy comenzara a diezmar la inteligencia de Hollywood con las purgas políticas de su caza de brujas, un burócrata asombrosamente feo (dijo de él, mirando su fotografía, Mae West: "Este predicador lo único que ha catado es su mano derecha" llamado Will Hays abrió las purgas morales de la caza de putas.

Los jefazos de los estudios, acoquinados por la babosa presión de los fiscales del más obsceno puritanismo del planeta, encargaron, mediados los años 30, a Hays que salvara almas con un código censorial que acabara con el perfume libertino del gran Hollywood. Entre sus muchas víctimas está Mae West, que fue llamada a Hollywood cuando tenía 40 años y desde 1906 era una campeona del regate erótico del burlesque de Broadway.

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Llegó esta libérrima e inteligentísima mujer a Hollywood en 1932 y armó el alboroto hasta que las tijeras de Hays la tacharon de las pantallas en 1943. Pero no acabaron con ella. Su hueco se llenó de una gozosa leyenda, que persiste y se ensancha en la terca memoria de sus inefables ocurrencias y en libros que las alargan. Si fue una de las más ingeniosas dialoguistas de la pantalla, se superó en sus réplicas fanfarronas a bote pronto en la vida, tan eminentes como las de Groucho Marx, con quien iba a protagonizar, mano a mano y a lengua viperina suelta, un filme que olía a Everest y que Hays dejó hecho un solar.

Del inagotable muestrario de réplicas a bote pronto de Mae, quedan perlas egregias. A un sicario achulado del gánster Bugsie Siegel que se encaró a ella, mirándole con guasa la entrepierna: "¿Qué te ocurre, nene? ¿Llevas la pistola en el bolsillo o es que te alegra verme?". Al productor de No soy un ángel: "El guión lo escribí yo. Es muy realista. Trata de una chica que la quitan el virgo y no le echa de menos". En un proscenio, tras los aplausos del estreno de Catalina la Grande: "Catalina tuvo 3.000 amantes en 30 años. Yo la igualo en dos horas". Y. este célebre, inmenso autorretato: "Cuando soy buena soy muy buena, pero cuando soy mala soy mucho mejor". De ella (lo leí en un precioso perfil de Terenci Moix) alguien dijo: "No podía cantar una nana sin que sonase- como una canción golfa".

Will, escuálido masturbador que prohibió al cine mostrar la pilila de un bebé, cascó a lo reptil nadie se acuerda cuando y hoy es tan sólo el sórdido espantapájaros de Mae, que murió a lo humano con 88 años, hace 17, conservando intacta su eléctrica prontitud, el óxido de su mirada oblicua de dinamitera de garito y sus dunas rubensianas tensas. Y aquí sigue, dando guerra, dando vida.

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