La espantada
El presidente del CGPJ y del Tribunal Supremo, Javier Delgado, llegó de Barcelona a las cinco de la mañana de ayer miércoles. Pasó por su casa y, sin recalar antes en su despacho, se reunió con Clemente Auger para iniciar la prevista visita a la Audiencia Nacional. Aún no se había ahogado el eco del bombardeo de la última semana. Apenas llegaron a la planta cuarta, la secretaria de Auger se les acercó:-Don Javier, le llaman urgentemente del Consejo.
Auger introdujo a Delgado en su despacho. Desde allí llamó al Consejo. Fue así como lo supieron: Siro García Pérez, presidente de la poderosa sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, había enviado un escrito en el que presentaba su dimisión. De modo que, cuando un rato más tarde, en medio de la virtual asamblea, García hizo pública su decisión, tanto Delgado como Auger ya lo sabían.
Tras la ceremonia, vino la sesión de terapia. Un grupo de seis o siete personas se encerraron con García en la semipenumbra del despacho de Auger. Estaban Baltasar Garzón, Javier Delgado, Angel Calderón, Ramón Saénz, algo más tarde Ventura Pérez Mariño, quizá alguien más y el anfitrión.
Como en una letra de tango de Enrique Santos Discépolo, Siro García confesó que a la luz de los ataques de los últimos días sentía que había fracasado en transmitir lo que se había hecho durante estos años en la Audiencia Nacional, y que con tan sólo la defensa planteada por su presidente, Clemente Auger, no se sentía en condiciones de continuar. Habló de declaraciones como las realizadas por Vicente Gimeno Sendra, magistrado del Tribunal Constitucional, quien lanzó una carga de profundidad en medio de la ofensiva general. La Audiencia Nacional, vino a decir Gimeno, no ha luchado contra el terrorismo.
Delgado reaccionó con firmeza:
-¡Pero cómo vas a irte, Siro! ¡Hablarás conmigo! ¡No tienes derecho a hacerlo!
Todos los demás trataron de persuadirle. Garzón dijo:
-Oye Siro, cuando yo me he querido marchar y consulté contigo me dijiste: "No tienes derecho a irte".
Pero el magistrado insistió:
-Cuando uno decide dar este paso no se puede volver atrás, sería ridículo.
Todos abandonaron la reunión con la esperanza de que Siro García se lo volviera a pensar. Javier Delgado, por su parte, hablará hoy con él. El pleno del Consejo General del Poder Judicial hará hoy una declaración más agresiva de lo previsto en defensa de la Audiencia Nacional.
El dimisionario tiene categoría de magistrado del Tribunal Supremo, cuya Sala Segunda ya presidió. Desde allí pidió la presidencia de la sala de lo Penal de la Audiencia. Ahora ha solicitado ocupar la vacante que hay en esa misma Sala.
García, persona tan hermética como íntegra -"de una integnidad excesiva", llegó a decir una fuente anoche- es el presidente de la Sala de lo Penal (tres secciones), y además preside la Sección Primera, encargada de constituir el tribunal del juicio oral contra Mario Conde y los -otros acusados tanto en el caso Argentia Trust, instruido por el juez Miguel Moreiras; como en el caso Banesto, a cargo del juez Manuel García-Castellón. Su pasada amistad con Javier Gómez de Liaño -fueron compañeros inseparables en la época del juicio de la colza, pero se distanciaron completamente más tarde- hizo pensar que si en algún momento Mariano Gómez de Liaño, abogado de Conde y hermano del magistrado, era imputado en el caso Banesto, Siro García se inhibiría si veía algún asomo de incompatibilidad.
Por el momento, no lo tenía previsto. Todas las fuentes consultadas dijeron ayer que, de mantener García su dimisión, los procesados por los GAL, el terrorismo, y el propio Mario Conde podían descorchar la botella de champán.
En la decisión del jefe de la Sala de lo Penal ha pesado la ofensiva general y, también, el expediente planteado por la Fiscalía General del Estado al teniente fiscal Eduardo Fungairiño y el traslado forzoso de José Aranda a raíz de la inspección de la Fiscalía General del Estado.