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PROTESTA EN LA FUNCIÓN PÚBLICA

Quejas de los pacientes

Las quejas de los pacientes del hospital madrileño Gregorio Marañón y de sus familiares sobre retrasos y malos modos en la Seguridad Social eran ayer las mismas que podían escucharse el día anterior. A la una de la tarde, Pedro H. llevaba casi cinco horas esperando la entrada en quirófano de su suegra, a la que habían citado para una operación de vejiga a las 8.30 de la mañana de ayer.Y en el área de ecografía del Hospital San Carlos, de Madrid, Adela y Antonio discutían si el retraso que sufrían en la sala de espera resultaba o no habitual. "Sí que lo es", aseguraba Adela, que pasa una revisión cada año por estas fechas.

"¿Normalidad?". A Luis, camillero de ambulancia, no le cabe la menor duda. La de ayer fue una jornada como otra cualquiera. El bedel del servicio de urgencias del Gregorio Marañón ponía la nota discordante, con una pegatina en el pecho que rezaba: "Yo, servicios mínimos".

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En el ambulatorio de García Noblejas las salas de espera estaban vacías y a la salida un anciano afirmaba que le habían retrasado una cita. El bedel reconocía que sí, que algunas consultas se habían retrasado, "la mitad, aproximadamente". De las inmediaciones del centro habían desaparecido los vendedores de fundas para la cartilla de la Seguridad Social y el bono-bus.

En el madrileño colegio público Erijo Garay el alumnado confirmaba a gritos desde la valla del patio que sólo una profesora había hecho huelga y se lamentaban de no haberse quedado ellos también en casa.

En el Blanco Vilatela ni un profesor faltó y en el Julio Cortázar, de San Blas, donde sólo una maestra secundó el paro, faltaban alumnos a los que impartir la clase. Tampoco fueron a las aulas los chicos del colegio fundación Goyeneche, de educación especial, y la enfermera, la única en el centro, hacía los servicios mínimos.

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