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Tribuna
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¡Viva Azaña!

Joaquín Estefanía

Noes difícil ver paseando por el el Retiro, cualquier mañana de domingo, a Juan Marichal y a Solita Salinas y comentar con ellos el deterioro de alguna de sus zonas verdes. Tampoco es inhabitual encontrárselos en alguna reunión de antiguos estudiantes españoles en Harvard, junto a varios corresponsales norteamericanos. Silentes, humildes como si no fueran ellos los más importantes de quienes están presentes, hasta que alguien les pregunta sobre lo que está pasando. Para los españoles de mi generación -y de las anteriores-, Juan Marichal tiene la categoría del maestro único, no en vano tuvimos la suerte de conocer -,en el tiempo del silencio- la figura y la obra de alguien central en nuestra historia, Manuel Azaña, a través suyo. Los tomos de las obras completas de Manuel Azaña, compilados por Marichal en Oasis, fueron editados en México y llegaban con cuentagotas -mediante encargo- a las trastiendas de las escasas librerías que Vendían los libros prohibidos por el franquismo a los clientes de los que no sospechaban. Eran un material escaso, pero imprescindible, para nuestra formación si queríamos conocer otra historia de la guerra civil y tener otra versión, directamente contrapuesta, sobre el gran líder republicano.

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Por eso Marichal era un mito y por eso, cuando lo conocimos, mejoramos aún más nuestra opinión sobre él. Pues no solamente era el gran intelectual que sabíamos, sino, sobre todo, un hombre bueno en la más pura acepción machadiana. Por ello reaccionamos también cuando uno de los intelectuales orgánicos más rancios del régimen se atrevió a insultar: "Juan Marichal es un cantamañanas de la historia. El señor Marichal no sabe una palabra de Azaña, ni. de Ortega, ni de Negrín, ni de Unamuno. Lo digo como catedrático de Historia" (sic). ¡Así estaba la historia! No podían soportar que don Juan Marichal les hubiera arrebatado el monopolio de la verdad. Juan Marichal nos ha enseñado la relación entre el liberalismo y Azaña, que fue el liberal verdadero; ha clamado contra "la difamación" del espíritu del liberalismo y nos ha explicado que el liberalismo no es sólo, ni principalmente, una doctrina económica (lección tan actual) y que la base original del mismo, primero inglesa y luego norteamericana., ha sido aquella que postula al Estado como defensor de las libertades individuales. Azaña, y Marichal, entienden el liberalismo como libertad de conciencia, como linaje intelectual, como el camino para la modernización de España y abrirla a Europa. Sé que a Marichal le agrada que tanto Felipe González como José María Aznar se reclamen del mejor azañismo, aunque conozco lo que opina de ello. Pero esto lo tiene que explicar él, como tantas otras cosas aún.

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