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Cantaores e intelectuales piden en Sevilla una "ética" del flamenco contra el mestizaje

Tensión en los pasillos de la Bienal entre 'puristas' y 'heterodoxos'

El boom del flamenco ha rozado su techo de experimentación y de obediencia al mercado; presionado por un sector discográfico que lanza productos cada vez más lejanos de su raíz, está exigiendo ya "tanta ética como estética" dice el bailaor Mario Maya; requiere "un nuevo Falla" que lo barnice con un empaque culto, vanguardista y sinfónico, advierte el crítico Ramón Serrera; sobre todo, necesita políticas oficiales que protejan el tesoro contra las nuevas formas musicales, "perturbadoras y mal calificadas de flamencas", que lo corrompen, según denunciaron ayer, en un manifiesto, un grupo en el que figuran el escritor José Manuel Caballero Bonald, y cantaores como Fosfórito, José Mercé y Femanda y Bernarda de Utrera.

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Las voces de alarma y salvaguarda de la esencia de un arte milenario atronaron ayer en Sevilla, al socaire de la Bienal de Flamenco, y desencadenaron que, en los corros de pasillo, los 300 participantes del paralelo Congreso de Arte Flamenco comenzaran sus sesiones enzarzados en una disputa sobre los límites de la vanguardia en el flamenco y su manoseo por la industria. Sin embargo, los congresistas encontraron un calmante inesperado: el exigente tenor Alfredo Kraus, en una alocución al congreso grabada en vídeo, obsequió con estas lisonjas a un arte de puro corazón popular. Kraus, tras proclamar el "esplendor" del "belcantismo del flamenco" sentenció una confesión ya insinuada el año pasado durante la presentación del último disco de Enrique Morente: "El flamenco", dijo, "es más difícil que la ópera".El enorme calibre cultural del tenor sedó momentáneamente el ambiente del congreso, que ya había comenzado a desencadenar llamadas de alerta y de preocupación sobre el estado actual del flamenco desde su inicio, cuando Ramón Serrera, crítico musical, recordó en su conferencia: "Falla le dio al flamenco el carácter de ciencia y de expresión de una cultura nacional. Pero luego los intelectuales se alejaron del flamenco hasta identificar la cultura con la cultura de élite. Y esa división es aberrante, maléfica y artificial. Necesitamos un nuevo Falla para el flamenco", advirtió durante una intervención ilustrada con cantes de El amor brujo por la cantaora Esperanza Fernández (29 años, Sevilla) y el piano por Juan de Udaeta, director de la Orquesta Joven de Andalucía.

Udaeta agregó, pesimista: "Mientras el sinfonismo se ha instalado en los ordenadores y la informática, en el sinfonismo flamenco los compositores están todavía intentando desentrañar la estructura de una soleá".La estética y la etnia

La primera jornada de debates del congreso debía ocuparse de teorizar sobre la estética del cante, pero el moderador de la gran mesa de ponentes debió atajar la inercia que lleva a los teóricos flamencos a enfangarse en una continua batalla por aclarar los orígenes históricos del cante siempre que son citados alrededor de una mesa. Ayer, el enigma central era, otra vez, fijar el peso de la influencia gitana en la configuración de los cantes, un dilema que divide a los aficionados entre andalucistas y gitanistas. "El flamenco no es una unidad. Hay una tendencia andaluza y otra gitano-andaluza", proclamó Pedro Peña, que incluso cuantificó el porcentaje de cantaores de etnia gitana que llevan, casi de nacimiento, el compás en la sangre: "El 80%"."Pues esa estadística no se ha hecho en mi pueblo", replicó el cantaor Calixto Sánchez, nuevo director del Centro Andaluz de Flamenco, quien advirtió a Peña que "diseccionar qué aportaron los gitanos y qué los payos ya no lo aclara ni la Virgen de Fátima". "Es una polémica estéril que sólo echa más leña al fuego de la disputa entre gitanos y payos", dijo el especialista José Martínez Hernández, quien propuso guiarse por una división exclusivamente dramática: "Hay cante flamenco y jondo. Y lo jondo es la actitud, el estilo de decir el cante".

Antonio Fernández Fósforito (Puente Genil, 1932), una voz no sólo conmovedora sino sabia, mantuvo un enfrentamiento similar con Bernard Leblon. Leblon, tras escuchar la reivindicación de Kraus, encontró lógico que al tenor le entusiasme más Marchena que Caracol. "El cantaor andaluz es brillante, gusta más a Occidente. Pero en el cante gitano domina más el puro sollozo, el quejío", dijo Leblon, abriendo otra vez el abismo de la brecha étnica y advirtiendo que, precisamente, esa estética del sufrimiento ha perjudicado la difusión del flamenco en el extranjero "porque fuera de aquí no la comprenden".

Fosforito rechazó: "¿Pero es que el andaluz no ha pasado hambre, como el gitano?" y, además, como negando la tentación teórica de intentar explicar el prodigio inexplicable del flamenco, dijo, citando a Tomás Borrás: "Lo jondo es ese aspecto del alma del Sur que sólo han comprendido unos pocos", que escapa de conjeturas y "ciencias jeroglíficas" y que, entroncando con todas las culturas que ocuparon Andalucía en el transcurso del tiempo, es como "una planta que no resiste otro clima".

. El director del congreso, Manuel Herrera, tras la discusión, recapituló, con preocupación: "El flamenco está acosado. Los japoneses tienen las colecciones. Los franceses, el disco. Los puristas le piden purismo. Los innovadores, 2.000 revoluciones al año. Todo el mundo está dándole golpetazos al flamenco. Pero el flamenco sólo pide respeto, apertura, acabar con los complejos y que dejemos trabajar a los creadores. Sus enemigos no están fuera: también están dentro".

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