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Los jóvenes flamencos convierten el Tanz 96 en un alud de pasión

El montaje de Ricardo Franco, celebrado en Viena con pateos de entusiasmo

Noche mágica. Éxito histórico. Los tópicos sirven esta vez. El Museumsquartier de Viena -sede del festival de danza Tanz 96parecía un tendido entregado a una faena cumbre de Curro Romero. Los niños gritaban olé, los matrimonios de tiros largos batían palmas a compás, el teatro entero y rubicundo pateaba el suelo en signo de admiración.Las 42 personas -entre ellas 29 artistas de entre 15 y 35 años -que componen el espectáculo De joven arte flamenco convirtieron el martes al meticuloso y templado público vienés en una máquina rugiente de gritos y aplausos.

La fuerza y la frescura del montaje dirigido por Ricardo Franco, ex primer bailarín de la Compañía Nacional, llegaron directas al corazón de la gente. ¿La razón? Todos los artistas brillaron a una altura inusual, se dieron sin concesiones.

Como suele suceder en el extranjero, los bailaores más enérgicos -Antonio El Pipa y Belén Fernández, obligados a saludar tras sus solos por rondeñas y alegrías- calentaron al público. Antes , la percusión salvaje de Los Activos y el piano de Jerónimo Maesso habían abierto plaza con el cuerpo de baile al completo. Y las bulerías bien bailadas y mejor cantadas de Esperanza Fernández habían preparado el terreno para Beatriz Martín -espléndida pero lejana en la negra soleá- y Belén Maya -que enamoró con su fantasía y su estética hindú-. El número final fue el curso de música, ritmo y torería ejecutado por un Javier Barón que justificó la pleitesía que se le rinde en todas partes. Espléndidos también Niño Segundo, Eva Durán y Rafael Jiménez, Falo, cantando atrás como si fuese alante, y las guitarras de Bolita, Paco Cruz y Jesús Torres.

"Es el mejor espectáculo flamenco que ha venido nunca a Viena", resumía Muriel Garfias, profesora de baile en la capital austriaca. "Mezcla cante rancio, música contemporánea y moderna, baile puro con clásico, de manera muy equilibrada". Junto a ella, la responsable de la producción, Pilar Yzaguirre, suspiraba por un imposible: que su estrella, Plácido Domingo, oiga un día a Esperanza Fernández y la lleve de gira. Y el fundador y director del festival, Otto Brunner, hacía una confesión: "Yo me enamoré de la danza viendo a Antonio El bailarín. A él, quiero dedicarle esta noche".

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