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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Justicia para la paz

EL GENERAL serbio Djordje Djukic, extraditado a La Haya por el Gobierno de Sarajevo, ha sido procesado como criminal de guerra por el Tribunal Inter nacional de las Naciones Unidas. Este procesamiento tiene una importancia capital no sólo porque Djukic ha sido uno de los principales lugartenientes del gene ral Ratko Mladie, jefe militar de las fuerzas serbias en Bosnia, sino porque ya está físicamente a disposición del tribunal en La Haya y no existe impedimento para que sea juzgado. Y es un mando de las fuerzas serbias en Bosnia, pero también del Ejército yugoslavo, al que nunca dejó de pertenecer. Es una prueba viviente de la implicación de Belgrado en los preparativos de la guerra en Bosnia y en su ejecución. Hasta ahora, el único procesado formalmente por crímenes de guerra y encarcelado en La Haya era Dusko Tadic, un guardián del campo de concentración de Omarska acusa do de asesinatos y violaciones de civiles musulmanes de la región. Un criminal menor, por tanto. Djulkic es otro caso bien distinto. El jefe del Tribunal de La Haya, el surafricano Richard Goldstone, ha dado un paso decisivo con el procesamiento de este militar y demostrado que no se va a dejar influir por aquellos que preferirían no perseguir a los responsables de crímenes de guerra por consideraciones políticas y en aras de una mayor colaboración de Serbia y los serbios de Bosnia en la restauración de la paz. Son los líderes serbios quienes más han de temer la actuación del tribunal, ya que son mayoría en la lista de procesados potenciales, en la que les siguen a mucha distancia militares croatas y algún miembro aislado del Ejército bosnio.

La acusación se basa fundamentalmente en que este general dirigió los bombardeos indiscriminados de la ciudad de Sarajevo, que han causado en tres años más de 10.000 muertos. La calificación formal de los ataques contra objetivos civiles como crímenes de guerra es una decisión que debe satisfacer a todo el mundo civilizado y servir de advertencia a quienes en cualquier parte del mundo se dedican a esta fórmula de combate, especialmente detestable.

La decidida actuación del juez Goldstone, lejos de enturbiar el proceso de paz, como algunos temen, lo reforzará con los cimientos de la justicia. Precisamente porque ningún pueblo es culpable y porque sobre esta convicción debe basarse la futura convivencia en los Balcanes, hay que perseguir a quienes cometieron crímenes en su nombre. El juicio de Djukic desmentirá a quienes incitaron al crimen prometiendo lo que al menos en parte ya no podrán otorgar, que es la impunidad.

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