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Alicia a través del espejo

Joaquín Estefanía

Los ciudadanos españoles tenemos motivos para estar satisfechos: vivimos en el mejor de los mundos posibles. A partir de mañana mejoraremos, casi inmediatamente, la calidad de nuestra vida: ¡Nos lo han prometido todo! No importan los instrumentos, que nos han sido hábilmente ocultados y no son -como creíamos- incompatibles entre sí, ni los matices, que no existen. Todo es posible: un Estado de bienestar creciente con puestos de trabajo en abundancia; gastos sociales para más gente con impuestos menores; la satisfacción de los mercados financieros y una moneda fuerte, y además en la primera división de la Europa unida. Qué más queremos doctor Pangloss.Uno de los mayores méritos de los socialistas ha sido reconvertir al Partido Popular a la socialdemocracia. Los representantes conservadores se han desgañitado en los mítines o ante los medios de comunicación intentando convencernos de que las pensiones, el desempleo, la educación o la sanidad seguirán siendo públicas, universales y más eficaces; incluso ha habido un dirigente andaluz que, olvidándose del voto cautivo, ha ofrecido más PER. No se cerrará Hunosa, habrá más viviendas y algunas alcaldesas han acompañado. a los trabajadores en las manifestaciones contra la reconversión de los astilleros. ¿Qué ha sido de los liberales o los euroescépticos en el seno del PP?

También ha sido notable la sensibilidad sobrevenida de los socialistas respecto a los impuestos. Aquí la lección se ha dado en sentido contrario: de derecha a izquierda. La oferta del Partido Popular de bajar el impuesto sobre la renta -el mensaje más nítido de su campaña- llevó a que los, socialistas reconociesen en su programa electoral que los contribuyentes padecen un cierto. "cansancio fiscal", y en su programa ofrecen una reforma fiscal para una sociedad "que ya soporta un elevado nivel de presión tributaría", una reordenación de la tarifa y de los tipos en el IRPF o la disminución del tipo marginal al 50%. Bien es cierto que en las comparecencias han olvidado lo escrito e insistido en que no se pueden bajar los impuestos y el déficit a la vez.

Quizá los más inquietos deban ser los parados, pues pese a que todos los partidos han vendido la prioridad absoluta en la resolución del problema, no han iluminado fórmulas nuevas para corregirlo exceptuando la del reparto del trabajo, que podría ser efectiva aunque minoritaria. Al fin y al cabo, casi todos los economistas están confundidos sobre las causas profundas del paro, excepto los más seguros. Para estos últimos, el desempleo no proviene de la falta de trabajo, sino del comportamiento de los asalariados; los parados, por percibir una, ayuda tan elevada que desincentiva la búsqueda activa de empleo; los ocupados, por tener salarios excesivos y disfrutar de unas condiciones de trabajo fuera de tiempo y lugar.

El problema de una campaña electoral como ésta en la que se han cerrado muchos de los caminos para reformar el Estado de bienestar -en el sentido de carribiarlo para hacerlo sobrevivir y reforzarlo-, en la que se asegura una reducción de los gravámenes o en la que se multiplican las esperanzas para limitar asuntos tan centrales en la vida cotidiana de las familias como el paro, es que crecen las posibilidades de defraudar luego a los ciudadanos que creyeron ingenuamente en las promesas. Ello supone la deslegitimación del sistema y conmociones sociales como las experimentadas por Francia a finales del pasado año. Tendría nuevamente razón la Alicia de Lewis Carroll, cuando afirma que lo importante no son las palabras, sino quien las utiliza: el retrato más concreto del poder.

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