_
_
_
_
_
VA DE RETRO

Sí, quiero

El 13 de noviembre de 1976, en la parroquia del barrio de Villaamil, tuvo lugar la boda de García-Salve con la madrileña Isabel Ruiz Valdivia, 20 años más joven que él, con la que tiene dos hijos adolescentes. Apenas dos meses antes, la Iglesia le había concedido la secularización. Cuando abandonó la cárcel tenía claro que quería encontrar una compañera. Él tenía ya 45 años y tras lo vivido había perdido la fe. Hoy se declara agnóstico: "He estudiado mucha teología y es imposible demostrar si Dios existe o no. Yo me inclino a pensar esto último", afirma.De todos modos, decidió casarse por la Iglesia, lo que le acarreó no pocos problemas.

El que fuera mano derecha en Madrid del obispo Tarancón, el jesuita Patiño, prohibió que a la ceremonia asistieran más de cinco personas.

Más información
La odisea del 1.001

Ante la avalancha de público, el párroco se negaba a casarles y ni siquiera las lágrimas de la madre de la novia le hicieron cambiar de opinión.

Familiares de la pareja lograron sacar de la iglesia a los invitados, curiosos y periodistas, y por fin pudieron decir el sí quiero, con la única presencia de los padrinos y de una periodista que se coló.

El acontecimiento salió en portada de este diario al día siguiente. García-Salve se queja de la actitud de Patiño: "Prohibió la presencia de gente en mi boda porque se avergonzaba de que un jesuita se casara. Pero no le importó después oficiar él mismo la boda de Jesús Aguirre, tan jesuita como yo, con la duquesa de Alba ante más de 2.000 personas".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_