Retortijones por todas partes
Parecía que la de Zamora iba a ser una etapa bonita. Se empezó muy rápido, con ataques y tirones, todo el mundo muy atento, pero nada más coronar el puerto de tercera, a los 15 kilómetros, más o menos, todo ha sido retortijones y retortijones. Las cunetas han empezado a poblarse a derecha e izquierda. Cada uno aliviándose como podía. Menos mal que los demás equipos nos han respetado y hemos mantenido todo el tiempo un ritmo continuado, no muy lento, pero tampoco muy rápido.Yo he tenido mala suerte. Los ha habido que han evacuado al principio, cuando la marcha era más lenta y han tenido tiempo de sobra. Yo, en cambio, tenía retortijones y malestar, pero hasta el kilómetro 160 me he aguantado. Me apretaba bien contra el sillín y hacía fuerza hacia adentro. Lo malo era cuando llegaba un repecho y me tenía que levantar. Intentaba pensar en otra cosa, pero llegó un momento en que no pude más. Y eso fue a 60 kilómetros de la meta, cuando era más rápida la marcha y apenas se podía parar. Pero cuando te da, no puedes hacer otra cosa. Nada, me tuve que ir para adelante, decir a la cabeza del pelotón lo que iba a hacer, buscarme unos matorrales, quitarme el maillot y acelerar para no hacérmelo en el culotte. A alguno no le ha dado tiempo a bajárselo y se lo ha hecho todo encima. Cuando tuve los primeros síntomas ya bajé al coche a por papel, así que no he tenido problemas para limpiarme. Por lo menos sólo he tenido que bajarme una vez. Otros, hasta seis veces. Todo ha venido por la cena, unos spaguettis boloÑesa. Ahora, después de 260 kilómetros, aquí estoy, metidito en la cama, intentando no moverme. He ido nueve veces al baño.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.