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BIijlevens gana la 'etapa paliza'

Induráin condujo al pelotón a 44 kilómetros por hora en una jornada maratoniana

Luis Gómez

Cipollini no pudo con, un sprint que parecía diseñado a su gusto. Estaba la meta al fondo de una recta interminable en pleno paseo marítimo. Corría el italiano hacia su tercera victoria dejando ver su candidatura en el momento preciso., quizás algo escorado. Hubo un pequeño murmullo y segundos después su ritmo perdió pedalada. Dicen que sintió miedo. Fue un segundo de prudencia, y en estos menesteres basta para que otros pongan tierra por medio. La victoria fue para un holandés, Blijlevens, que provocó escenas de júbilo entre la prensa nacional., La llamada etapa paliza del Tour (260 kilómetros y rachas de viento de costado) se resolvió en casi seis horas de trabajo, una jornada laboral que puede interpretarse como dura, muy dura o salvaje según la capacidad de cada cual o el reparto de tareas asignado: 260 kilómetros en cola de pelotón pueden no ser agradables para casi nadie en este Tour, sobre todo si se tiene en cuenta que a Dunkerque se llegó con 20 minutos de adelanto y a una media de 44 kilómetros por hora, señal de que hubo alta velocidad. La jornada fue lo suficientemente molesta para que dos sprinters de renombre, el italiano Baldato y el belga Nelissen, pusieran pie en tierra a consecuencia de los golpes que sufrieron el día anterior. Muchos gregarios llegaron muy mermados. ¿E Induráin?

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Induráin hizo buena parte del recorrido en cabeza. Al menos los últimos 160 últimos kilómetros. Al llegar a la meta habló de que se había dado una buena paliza, pero se mostró dispuesto a repetirla hoy, porque ésa es su particular manera de tener la situación bajo control. Bien es sabido que el líder español combate todos los peligros que acechan a un corredor en una etapa en línea de esa manera: contra al riesgo de una caída, en cabeza de pelotón; contra la amenaza de un corte, en cabeza de pelotón, ante la eventualidad de salir indemne de un abanico, nada mejor que ir al frente del gran grupo. Induráin no tiene otro registro que castigar el cuerpo con un trabajo extra. Claro está que su estrategia obliga a sus rivales a estar cerca de él buena parte de la carrera, razón por la que Berzin, Rominger y compañía no tienen otro remedio que recorrer el norte de Francia en ubicación tan incómoda. A este respecto, Induráin tiene una ventaja sobre el esto de los mortales: necesita cargas de trabajo superiores a las normales para mantener su estado de forma. Quiere ello decir que para su preparación son mejores 200 kilómetros que 100. Si algo le disgustó de la etapa de ayer es que no hiciera más calor. Y más calor habría sido, al ritmo que se fue, demoledor para mucha gente. Cosas de Induráin.

Así que al mando de Induráin el pelotón entró en Dunkerque superando obstáculos entre la emoción contenida del público. Esta nueva tendencia a llevar el pelotón por las calles de la ciudad terminará por causar algún grave desperfecto. Es costumbre reciente que los últimos 10 kilómetros se transformen en un largo recorrido urbano al que la gente asiste a millares no exenta de morbo. El riesgo de una caída se hace tan evidente que el espectáculo de una llegada masiva ha ampliado su audiencia en unos cuantos minutos, razón por la que el personal busca ubicaciones emocionantes, léase las rotondas o las curvas más cerradas, y la televisión dispone sus efectivos a la caza y captura de las caídas más interesantes de la etapa. No es de extrañar que Cipollini suspendiera por un segundo su pedalada. El miedo es libre y en este Tour la emoción, a falta de escapadas, se concentra en los últimos kilómetros.

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