El 'Cesid' del Banesto

El equipo de Induráin monta un dispositivo especial de espionaje para las etapas contrarreloj

La información es vital. Y sobre todo poseerla cuando es necesario. Y cuando un equipo entero se está jugando el Tour es obligatoria. Esta es una de las máximas del catecismo que algún día deberá escribir José Miguel Echávarri, el español que más Tours ha ganado. Los medios para conseguirla son todos los legales, y, llegado el caso, alguno burlando el reglamento de manera elegante.Los corredores hacen de espías en las etapas en línea, porque dentro del grupo o fuera de él, yendo y viniendo de enviados especiales, pueden moverse para hacerlo, pero en las contrarreloj es imposible. Así que manos...

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La información es vital. Y sobre todo poseerla cuando es necesario. Y cuando un equipo entero se está jugando el Tour es obligatoria. Esta es una de las máximas del catecismo que algún día deberá escribir José Miguel Echávarri, el español que más Tours ha ganado. Los medios para conseguirla son todos los legales, y, llegado el caso, alguno burlando el reglamento de manera elegante.Los corredores hacen de espías en las etapas en línea, porque dentro del grupo o fuera de él, yendo y viniendo de enviados especiales, pueden moverse para hacerlo, pero en las contrarreloj es imposible. Así que manos a la obra con otros medios. El Banesto se montó ayer su propio y modesto Cesid.

El objetivo, saber en todo momento cómo iba funcionando el MG, un equipo que salió 10 minutos antes que el de Induráin y cuyas referencias serían magníficas, ya que los hombres de Ferretti suelen ser excelentes en las colectivas.

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El año pasado el dispositivo se vino abajo porque el Banesto fue por la vía directa: mandó ' uno de sus coches detrás de otro equipo y el comisario lo expulsó de la carrera. Éste, la cosa estaba más preparada. Una hora antes de la salida del Banesto, uno de los masajistas del equipo se introdujo en el coche de un periodista que le daría cobertura legal para el seguimiento. Ya antes los mecánicos habían montado en el vehículo una emisora conectada con el resto de la flota del Banesto.

En una cuneta de la carretera, sin levantar sospechas, el coche esperó a que saliera el MG, recibió el top de salida del equipo italiano y cuando pasó a su altura se introdujo en la caravana que lo escoltaba. Desde allí se escuchaban las labores de pastoreo de Javier Mínguez, reuniendo a todos los corredores que habían salido a calentar y conduciéndolos a la salida; las últimas instrucciones de Echávarri como jefe del operativo y el silencio de Eusebio Unzue, concentrado en la dirección del equipo. Todo nítido, salvo cuando las interferencias interrumpían la comunicación.

El espía-masajista se afanó en encontrar puntos de referencia para cumplir con los apremios de Echávarri. Entre la multitud que invadía las cunetas era imposible ver algún hito kilométrico y las señales del Tour sólo aparecían de 10 en 10 kilómetros, por lo que el espía tuvo que tirar de imaginación. Así, "en la primera curva a la izquierda los MG llevan tantos ininutos", "en la casa grande a la entrada de un pueblo que no sé muy bien cómo se llama llevan tantos", "cuando pasan por delante de una pancarta verde que pone Brochard, tantos más". Y así. Y esperando al rebote que llegaba con buen tono. "Muy bien, vamos como ellos", le decía el controlador jefe. "Quiero que sepas que les sacamos 10 segundos", le decía después. Así casi hasta la meta, sin que nadie ajeno se enterara del pastel. Los últimos tiempos ya no llegaron, la labor se había cumplido antes. El Banesto había podido calcar a la perfección la marcha de uno de los mejores equipos. Y una enseñanza: los éxitos colectivos los sudan todos, por vías legales o por más o menos marginales.

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