Cartas al director

Defensa del español

Rosa Regás, en su artículo Defensa del español (EL PAÍS, 24 de abril), dice cosas tan acertadas como que "hay que exigir y no transigir". Ciertamente, si aIgo tuviera yo que objetar (que no lo tengo) a éste artículo, no estaría en relación con lo que incluye, sino más bien con lo que excluye. Y no me refiero a mí, españolita de a pie, porque bien entiendo que hay destinatarios de más bulto y peso, como son el Gobierno y sus delegados, además de los hispanohablantes en el extranjero.En cuanto a lo que incluye, sólo un apunte: no me parecen mal los loores a la política lingüística francesa, pero...

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Rosa Regás, en su artículo Defensa del español (EL PAÍS, 24 de abril), dice cosas tan acertadas como que "hay que exigir y no transigir". Ciertamente, si aIgo tuviera yo que objetar (que no lo tengo) a éste artículo, no estaría en relación con lo que incluye, sino más bien con lo que excluye. Y no me refiero a mí, españolita de a pie, porque bien entiendo que hay destinatarios de más bulto y peso, como son el Gobierno y sus delegados, además de los hispanohablantes en el extranjero.En cuanto a lo que incluye, sólo un apunte: no me parecen mal los loores a la política lingüística francesa, pero advirtiendo que esa misma eficacia consagrada a una única lengua condenó al ostracismo a otras autóctonas, y así, de un carpetazo, nuestros vecinos se quitaron de encima no pocos y variados problemas que nosotros seguimos lidiando, y a mucha honra. Por lo menos en eso tenemos más narices que los franceses, y las narices francesas no son moco de pavo.

Claro que cuando, ellos hablan de unidad de destino en lo universal (igual puede hacerlo un comunista que un facha) los radicales de aquí exclaman chapeau! ¿Si fueran españoles la palabra adecuada sería ¡bombazo!?

En cuanto a lo que falta, no hubiera estado mal que, además de a la gente de bulto y peso, Rosa hubiera invitado a catalanes, vascos y gallegos (amén de castellanos) a interesarse un poco más por el idioma común, sin menoscabo del materno, claro. Yo, que soy de Toledo, disfruté con la cultura catalana los cinco años que viví en Barcelona; cuando residí en Madrid me consideré una madrileña más, y ahora, que vivo en La Coruña, aprendo gallego para saborear mejor a Cunqueiro y a tantos otros. Quizás un día viva entre los vascos. Pues bien, este empeño en entender y compartir en el que tantos estamos (muchos más de los que parece) conlleva satisfacciones y esfuerzos, pero nadie nos dice chapeau! a los españoles.

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Es cierto, Rosa, que las cosas sólo se resuelven con la cara alta y con narices, y aun cuando no salgan bien reconsideremos antes de soltar un merde! si no es preferible un ¡mierda! a coro, en puro y duro castellano. Los de fuera oirán una sola voz. Ser diversos no debe implicar estar dispersos y sólo de la unión nace la fuerza.-

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