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La fatalidad venció al Zaragoza

El equipo español pudo golear, pero salió derrotado de Rotterdam

Santiago Segurola

El fútbol también tiene un lado fatalista. Hay partidos que se tuercen y nada en este mundo puede cambiarlos. Vienen decididos por el destino. Sólo esta interpretación explica la victoria del Feyenoord sobre el Zaragoza, que tuvo el juego y las oportunidades. Sus ocasiones fueron innumerables y de toda clase. Tuvo la goleada a su alcance y salió derrotado. Son cosas del destino, no del juego.El Feyenoord representa el lado más pedestre del fútbol holandés. Mientras al Ajax se le asocia con la clase y al PSV Eindhoven con el oficio, el Feyenoord tiene un aspecto menos depurado. En este sentido no sigue el rastro de su entrenador Win Hanegem, aquel zurdo exquisito que dirigía la orquesta del Feyenoord y de la selección holandesa en la década de los 70. Casi por correspondencia, el jugador con más condiciones de este equipo es Rob Witschge, interior y zurdo cerrado como Van Hanegem. El resto del equipo está integrado por futbolistas belicosos, con poco talento y un sentido primario del juego.

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El esforzado estilo del Feyenoord apenas comprometió al Zaragoza. La pelota fue suya y siempre hubo un aire de superioridad en su juego. Se hizo evidente que sus futbolistas eran mejores y tenían más recursos. Eso, cuando el partido estaba en movimiento, porque el encuentro pasó de trabado a sucio. La tolerancia del árbitro fue comparable a su ineptitud. El partido le superó por todos los costados.

La primera media hora se . resumió en el duelo que mantuvieron Poyet y el portero De Gooey. Como volante, de ataque, Poyet merece compararse a Guerrero y Caminero. Está lleno de gol. Tiene un gran poder en el juego alto y casi siempre aparece libre en el área. Con el pie tiene una excelente pegada. Tres remates suyos fueron despejados con dificultades por De Gooey. La profusión rematadora de Poyet estaba animada por el control que tenía el Zaragoza.

Nada del Feyenoord preocupó al Zaragoza. Jugador por jugador, eran mejores que los holandeses, en algunos casos con una diferencia escandalosa. Lo único igualado del encuentro era el resultado. La agilidad de De Gooey impidió la ventaja del Zaragoza. Al equipo español sólo le faltó un poco más de actividad en el área. Casi todas sus oportunidades se produjeron en remates largos, protagonizados por Poyet y Aragón. La presencia de Higuera y Esnaider fue menos destacada. El delantero argentino se debatió en la duda de jugar o entrar en el combate que le propuso Maas, uno de esos defensas que confunde su trabajo con el judo.

La segunda parte tuvo el mismo perfil que la primera. Comenzó con un cabezazo de Poyet, como correspondía, y siguió con otro remate de Esnáider desviado hacia la portería: por Higuera. Pero De Gooey se estiró y pudo sacar la mano. La única novedad es que el Zaragoza ponía más la pelota dentro del área. El gol se anunciaba. Poyet lanzó un tiro envenenado y Esnáider envió la pelota al palo en un mano a mano con de Gooey. El Zaragoza ofrecía su mejor aspecto, el del equipo que juega con tranquilidad y criterio.

Sólo se advertía un peligro. Estos encuentros suelen tener el final imprevisto. Un equipo hace el gasto y el juego, se gana multitud de oportunidades, las falla y finalmente queda expuesto a un golpe de infortunio * El Feyenoord no podía tener otra cosa que fortuna. Se lesionó Solana y por ahí llegó el imprevisto gol holandés. Larsson recogió un rechace y sorprendió a Cedrún con un disparo que entró por el primer poste, el flanco que siempre debe dominar el portero. El Zaragoza respondió con una vena emotiva. Buscó con energia el gol que había merecido mucho antes. No lo consiguíó: estos partidos vienen escritos.

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