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Qué idea!

Tal vez porque pensaba, como Tristan Tzara, que el pensamiento se hace en la boca, cierto presentador televisivo tuvo aquí un programa en el que, impepinablemente y a manera de egregia despedida, depositaba en la garganta de sus entrevistados esta hermosa bola de fuego: "Y ahora, por favor, dígame un pensamiento". Lo admirable, en verdad, es que los invitados se tragaban la bola, entornaban los párpados, carraspeaban, decían "bueno" y, de golpe y porrazo, eructaban fenomenales pensamientos. Ante esa capacidad tan nuestra para pensar en voz alta, fuera mezquino entretenerse con distinciones heideggerianas entre los pensamientos y los errores de pensamiento, entre lo bien pensado y el penseque. Mucho mejor será reconocer que, en estas tierras fértiles, el pensamiento, de Balmes a Bertín Osborne, se derrama y se desparrama sin mayor esfuerzo.Sin embargo, decirse pensador o cabeza pensante, desde el 83 a esta impudenda parte, empezó a parecer pista más que sobada para cuajar recelo y deslizarse en tromba hacia el aburrimiento. Entonces llegó, el triunfo, aún perdurable, de las ideas. Ideas negras, políticas, deportivas, chuscas, salvadoras, en taxi o de cajón. Ideas para todo y en todos sus estados: nociones, rayos y vislumbres, pero también provistas en ocasiones, con ayuda de Anguita, del perfume de lo absoluto. E incluso con la láctea simpatía de quienes ronronean con arrobo: "¡Qué mala idea!". Y Gil y Gil, pionero de ideólogos cacofónicos y de pinchadiscos rayados, babea de ese halago por la oreja. Con lo cual, la idea se ha adueñado hasta de las cocinas, donde el oscuro trote de majar ajo, con sal y perejil, en el mortero, a la sombra hechicera de Simone Ortega, puede tener, de pronto, su instante de esplendor: "¡Voy a poner la radio, a ver qué dicen!". De esa guisa, pudo el ama de casa almidonarse el coco con tan sólo escuchar, ayer mañana, a ese ideólogo errante, que nunca cambia, al que seguiremos llamando Ramón Tamames. Tuvo la brillante idea, sobre la marcha, de recomendarle a Luis Roldán -puesto que lo llevaban preso al masculino módulo gordiano de la cárcel de Ávila- la lectura inmediata de los libros de Santa Teresa. Un águila. El de la idea, claro, pero también el propio Roldán, que ahora anda en el yemoso trance de masticar aquel fragmento de El camino de perfección: "Es de gran humildad verse condenar no teniendo culpa; y es de gran imitación del Señor que nos quitó todas las culpas. Os querría mucho persuadir pongáis en esto gran estudio; porque trae consigo grandes ganancias. Y en procurar nosotros mismos librarnos de culpa, ninguna veo si no es, como digo en algunos casos que podía ser enojo u escándalo no decir la verdad".Apartados prácticos.No era, pues, sosa idea poner entre las manos de Alí Baba ese dulce ya a punto de Carmelo. Pero, pese al auge sobrado de esas ideas conceptuales, que lo mismo pueden ir contra Tápies (en la cómica boca de Coll) que a favor de Fidel Castro (en la saliva de Guayasamín, tan plástica), el verdadero filón de las ideas se halla en los apartados de tipo práctico que insertan las revistas bajo ese mismo título: Ideas. No hay receta económica de Eduardo Punset ni sexual de Elías Yanes que pueda competir con la eficacia que se desprende del saber que a las calcomanías no es cosa de arrancarlas rascando, sino frotando con vinagre blanco. En cuanto a las orquídeas, de cuya vida efímera se quejan al unísono Celia Villalobos y, Matilde Fernández, lo ideal es desleír en el agua, para que en el jarrón mantengan su delicada lozanía, dos o tres , cucharadas de azucarMientras tanto, muchos visitantes ilustres acuden en estos días al castillo de Staufferíberg, residencia del escritor Ernst Jünger, quien, por cierto, cumple cien años a finales de este mies. Ésos que van a verle desean escuchar la sabia música de los dioses. Mas resulta que la, poeta Ulla Hahn (no es broma, ni anagrama ni transformismo) viene ahora y nos cuenta que, cuando ella acompañó a Felipe González, allí sólo se habló de salud. Y he aquí el escueto régimen que el centenario escritor le recomendó a nuestro presidente: "Ducha helada y cuatro horitas de caminata". Tampoco es mala idea.

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