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La transgresión

Antonio Elorza

En los regímenes parlamentarios de la Europa del siglo XIX, la corrupción en los procesos electorales desempeñó un papel más o menos importante; en la España canovista, el problema era más grave, ya que la corrupción electoral se convertía en la esencia del sistema, desvirtuándolo radicalmente. Un siglo más tarde, la historia parece repetirse: casos de corrupción se han registrado profusamente en nuestro entorno europeo durante la última década, y otro tanto cabe decir de. actos calificables de terrorismo de Estado, pero a la España de Felipe González le cabe el triste privilegio de consolidar la corrupción como componente del sistema político y de bloquear la' depuración de los actos pr9téritos de terrorismo de Estado. En cuanto a la corrupción, no hay que insistir, dada la proliferación de casos registrados; en lo segundo, por la acción del propio Gobierno, que opta por colocar una barrera para impedir el esclarecimiento de los asuntos más graves. De ahí que todos, y Felipe González en primer término, hayan intuido rápidamente lo, que está en juego con la investigación del caso GAL, pues, de proseguir ésta, resultaría sumamente difícil evitar la exigencia de un saneamiento radical, mientras que, de encallar sin resultados concretos, tras. un prólogo y una reinización tan espectaculares, la cosa acabaría en una ceremonia de la confusión sobre la cual podría encaramarse de nuevo el prestigio de González a fuerza de palabras. Y, sobre todo, en esta segunda perspectiva, ¿quién iba a atreverse a levantar otra vez la bandera de la justicia a costa de la propia anulación?Porque, en el caso que nos ocupa, más allá del valor de esta o aquella prueba, lo que ha estado en juego es que se consumara o no la eliminación de un juez (y con él, de la investigación que está llevando a cabo). Este tipo de encrucijada no es nuevo, y singularmente tiene antecedentes en Italia, con la tensión entre política y judicatura y entre ésta y asociaciones de tipo mafioso. A pesar de los exabruptos de individuos como Berlusconi, la primera pugna se ha venido resolviendo a favor de los jueces de Mani Pulite, poniendo así muy difíciles las cosas para que en el futuro Italia siga siendo Tangentópolis, el país de los sobornos. En la relación con las asociaciones mafiosas, en cambio, el rigor en las investigaciones encontró más de una vez el obstáculo definitivo: la muerte violenta del juez y de sus auxiliares. En España es claro que no existen condiciones para este tipo de eliminación, pero tampoco González está dispuesto a dejar hacer permitiendo que los jueces lleguen hasta el final de las investigaciones más espinosas. El procedimiento elegido en esta ocasión, en el caso GAL, ha sido, sin lugar a dudas, el cerco y destrucción de la figura del juez Garzón, tanto en el. orden personal como en el jurídico.

, Seamos claros si queremos entender lo ocurrido: la televisión pública, así como los comportamientos y declaraciones de ministros y dirigentes del PSOE, son indicadores estrictos de lo que piensa y quiere. el poder (es decir, González). No hay espacio para la libertad de juicio ni en la una ni en los otros, y, por consiguiente, ni Televisión Española ofrece información objetiva, sino reconstruida y manipulada, ni lo que los otros cuentan son sus opiniones.. Resulta ejemplar la contemplación de cómo, el mismo día salen uno tras otro los ministros, con Almunia de adecuado complemento, para decir aquello que se debe decir, sea sobre una propuesta de Aznar, sobre los implicados en el caso GAL- o sobre lo bien que marcha la economía española. No es invento alguno: las grabaciones están ahí y dispuestas para ser citadas, como las expresiones contenidas en un libro. El mensaje, en suma, nos informa de una sola cosa, acerca de la estrategia del presidente del Gobierno.

Por eso no cabe juzgar por se parado las declaraciones tranquilizadoras de González, en el sentido de que el Gobierno no interviene porque respeta la independencia judicial, y lo que han esta do diciendo y haciendo unos su bordinados y ex subordinados suyos, de concierto entre sí y con Al Kassar (al que hubo que retirar por ímpresentable) para cubrir de fango al juez instructor de la-causa, con una intensidad,cre ciente conforme se acerca al co razón del sistema de poder. Dejé monos de enjuiciar cada frag mento de realidad y sigamos la secuencia desde el moniento en que González, airado, tras rehuir la comparecencia en el Parla mento, afirma que hará todo por mantener su inocencia y se querellará contra los acusadores. A partir de ese momento, el doble ministerio efectúa la maniobra de intimidación, con la querella contra Amedo y el intento sobre Alcaraz, que pone un precio a cualquier incursión en los terrenos de la identidad del señor X, y se inicia la cascada de acusaciones, de aspecto delirante en unos casos, objeto de mentís en otros, difíciles de evaluar por quien lee en los más, que no produce efecto alguno sobre el procedimiento, ya que van siendo rechazadas, pero que arroja una sombra de culpa bilidad cada vez más densa sobre el juez. Entran entonces en juego las plumas afines, las cuales ya tuvieron ocasión de entrenarse cuando Garzón descubrió que los propósitos de lucha contra la. corrupción eran en González mera fachada electoral. Hay, que decir que una primera lluvia de cascotes cayó sobre el magistrado cuando se metió a político, pero entonces le, cubrió con su manto el ex presidente del Tribu nal Constitucional Francisco Tomás y Valiente. Ahora está a la intemperie, igual que cuando unos ministros y dirigentes socia listas opinaron con unanimidad aente su dimisión, en la Voz del Gobierno televisiva, que lo hacía por tal o cual ambición defraudada. Si no recuerdo mal,Almunia y Solana participaron en el engendro, amplificado entonces por medios de comunicación afines, incluso cuando se vio que no había existido tal reclamación de puestos. La basura sigue siendo arrojada ahora en la misma dirección por quienes sin duda la producen: Garzón hubiera hecho lo mismo que Belloch, según la máxima de que todo es ambición y cada puesto crea su carga de degradación. Otra crítica:¿cómo podía pensar Garzón en que iba a limpiar el país? Cabría responder que porque González se lo dijo a él y a todos los españoles. Pero el presidente queda fuera de plano en este tipo de enfoques de descalificación indirecta, y todo se carga sobre el juez, que si ha descubierto una serie de pistas y datos en el caso GAL es por pura venganza. Y no falta quien afirma que fue "superior jerárquico" de los acusados. En fin, para rematar el círculo de condenas, en su protección de los nuevos acusados y frente al juez, el Gobierno partió de la presunción de inocencia de aquéllos y ha insinuado desde los medios que controla una novedad jurídica notable para el caso, la presunción de culpabilidad del juez. Los asombrosos diez minutos de entrevista a Sancristóbal en Televisión Española, repetida hasta la saciedad y sobre un fondo blanco de supuesta inocencia, con gravísimas inculpaciones (inmediatamente desmentidas, pero esto no se transmite), informan de hasta qué punto el poder ha intentado, por ahora sin éxito, consumar esa labor de destrucción. Los bienpensantes podrán decir que ante tanto jaleo lo mejor es separar la instrucción de Garzón. En vez de hacer la constatación que la evidencia aconseja: desde la dictadura, ningún Gobierno había violado de manera tan abierta y grave el curso de unas actuaciones judiciales sirviéndose de los medios de comunicación del Estado.

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- Berlusconi acusa de palabra a los jueces que le interrogan por espacio de siete horas. Felipe Gonzále z ha hecho algo más in teligente: declarar su respeto y poner en marcha todos sus me dios para arruinar al juez, y con él a su investigación del caso GAL. No es una ilegalidad, es algo insólito. Naturalmente, los constituciónalistas de guardia pasan por alto que un hecho como la entrevista a Sancristóbal en TVE supone una transgresión abierta de las reglas de la democracia, desde un Ejecutivo dispuesto a usar todos los medios, incluso a destruir el equilibrio de los poderes, con tal de ver asegurada la propia superviencía.

Antonio Elorza es catedrático de Pensamiento Político de la Universidad Complutense de Madrid.

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