Crítica:

La gran música de cámara

Ciclo Liceo de Cámara Jundación Caja de Madrid)A. Dumay, M. J. Pires, piano. Obras de Grieg, Schumann, Debussy y Franck. Auditorio Nacional. Madrid, 12 de enero.

Con una asistencia muy numerosa -eso que es denominado "lleno aparente"- reanudó la Fundación Caja de Madrid su Ciclo Liceo de Cámara y lo hizo con dos artistas de primer orden: la pianista María Joáo Pires (Lisboa, 1944) y el violinista Augustin Dumay (París, 1949). Del programa anunciado quedó en pie, tan sólo, la Sonata en fa mayor, opus 8, de Grieg; el resto estuvo dedicado a las...

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Ciclo Liceo de Cámara Jundación Caja de Madrid)A. Dumay, M. J. Pires, piano. Obras de Grieg, Schumann, Debussy y Franck. Auditorio Nacional. Madrid, 12 de enero.

Con una asistencia muy numerosa -eso que es denominado "lleno aparente"- reanudó la Fundación Caja de Madrid su Ciclo Liceo de Cámara y lo hizo con dos artistas de primer orden: la pianista María Joáo Pires (Lisboa, 1944) y el violinista Augustin Dumay (París, 1949). Del programa anunciado quedó en pie, tan sólo, la Sonata en fa mayor, opus 8, de Grieg; el resto estuvo dedicado a las Tres romanzas, Opus 94, de Schumann, y las sonatas de Franck y Debussy.Entre las muchas excelencias de los dos intérpretes no es la menos importante, ni mucho menos, la necesidad que sienten de practicar los géneros de cámara, a pesar de que tanto Pires como Dumay tienen franco el terreno del más espectacular virtuosismo como solistas. Pero el violinista, Dumay, como su admirable maestro, Arthur Grumieaux, pone su refinado concepto, su técnica preciosista y su magnífico Stradivarius de 1721, que perteneció a Kreisler, al servicio de la más pura expresión de la música. No hablemos de María Joao Pires, auténtica maravilla, que parece pensar su arte grande, incluso en el repertorio concertístico virtuosista, desde conceptos camerísticos.

Gracias a la estrecha Conjunción de los dos talentos, escuchamos un Grieg de 1865 lírico, transparente, luminoso y sutil dentro de formas heredadas y modificadas por la misma sustancia musical; un Schumann, de 1849, siempre puro y hondo, en especial en la tercera romanza; un Debussy mágico que, en algún momento, quiebra su discurso hacia lo español en esta sonata de 1915, como últimas evocaciones de un exotismo aprendido en la Exposición Universal de París, 1889.

Como final, la sonata celebérrima de César Fránck, escrita en 1886, paradigma afectivo del pensamiento y los procedimientos del músico de Lieja. Dumay y Pires hacen una versión prodigiosa a través de un equilibrio perfecto entre las dos partes. Concierto ejemplar y música de alto porte asumida y comunicada por dos solistas fuera de serie que nos devolvieron el gusto mejor por la música de cámara.

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