Tribuna:

La bendición del alcalde

En Madrid se gastan dos veces mas preservativos que en el resto de España, según se publicó tal que el pasado jueves en estas páginas. Siete condones (6,7) por barba en un año. No es una marca como para tirar cohetes, pero supera con creces el listón de la media nacional, que se queda en tres condones. Tal vez por eso Jesulín de Ubrique eligió la plaza de Aranjuez para encerrarse con cientos de mujeres, por aquello de la apertura de mentes. Si alguna vez un torero se atreve a ofrecer una corrida sólo para homosexuales, el acontecimiento histórico se producirá en Madrid. Quiere decirse que el a...

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En Madrid se gastan dos veces mas preservativos que en el resto de España, según se publicó tal que el pasado jueves en estas páginas. Siete condones (6,7) por barba en un año. No es una marca como para tirar cohetes, pero supera con creces el listón de la media nacional, que se queda en tres condones. Tal vez por eso Jesulín de Ubrique eligió la plaza de Aranjuez para encerrarse con cientos de mujeres, por aquello de la apertura de mentes. Si alguna vez un torero se atreve a ofrecer una corrida sólo para homosexuales, el acontecimiento histórico se producirá en Madrid. Quiere decirse que el avance sexual y sanitario de estos páramos viene siendo notable en lo que a relaciones amorosas se refiere. No es de extrañar, por tanto, que un movimiento tan avanzado como el del 0,7% surja entre estas esquinas. Hasta Joaquín Leguina se apuntó al carro del progresismo destinando el 0,7% de las inversiones previstas en Madrid hacia el Tercer Mundo. No iba a permitir que su enemigo Juan Carlos Rodríguez Ybarra se alzara en solitario con la bandera de la solidaridad.Buenos, reflejos se le llama a eso. Entre libro y libro, entre almuerzo y almuerzo, conspirando contra el guerrismo y contra los antiguerristas, Leguina ha levantado la vista hacia su electorado, se ha encontrado con la acampada del Bernabéu y ha dicho: ésta es la mía.

Sin embargo, José María Álvarez del Manzano, una vez más, no termina de dar con la llave que le abra la puerta del Carisma. Hete aquí al Congreso de los Diputados que aprueba una ley mediante la cual los alcaldes podrán celebrar matrimonio. Y en vez de decir, como su colega el alcalde de León, también del PP, que está encantado con la idea, que le hace mucha ilusión casar en la sala de plenos, el hombre se nos pone en plan racanín, pidiendo medios, sacándose del manual del pésimo político palabras como "articular", "esta nueva ocupación" y similares. Aprovechando que el Manzanares pasa por la Casa de Campo lanza una colleja al Gobierno. En definitiva, declaró: "En una ciudad grande como Madrid. habrá que articular la manera de atender la demanda de los ciudadanos en este sentido (...) Espero que la ley dotará a los ayuntamientos de los medios administrativos y económicos necesarios para esta nueva ocupación, que se va a dictar sin ninguna consulta con los propios ayuntamientos".

Articular suena a palabra buera, a una "plataforma sobre la que edificar", a un "tratado base", a inauguración de biblioteca municipal con orquesta, niños y banderines, a poca cosa. El discurso del alcalde se parece a los mitincillos extemporáneos y surrealistas que se gasta Celia Villalobos en los debates de Jesús Hermida, o al de José María Aznar cuando le preguntan la hora y poco menos que responde pidiendo la dimisión de González por enésima vez. Pocos reflejos. Igual, con el ajetreo de la nueva ocupación, algún día le oímos que declara: "queda inaugurado este túnel... perdón..., este matrimonio".

¿Qué puede llevar a una pareja a elegir a Álvarez del Manzano como oficiante del contrato en vez de un cura? ¿El decorado, los tapices de la Casa de la Villa, las piernas potentes de la Mariblanca, estandarte de la ciudad, o el previsible discurso? Algunos de los concejales demuestran mayor perspicacia, le sacan la vena humorística al asunto. "Lo que yo case no lo descasa ni Dios", advirtió el edil Isaac Ramos a este periódico. También él se muestra inquieto por los medios materiales con que tendrá que afrontar la "nueva ocupación". En cuanto al discurso o sermón, lo tiene claro: "No me ha dado tiempo aún de pensármelo, pero supongo que habrá que hablar de la unión, el respeto mutuo y todas esas cosas que yo predico estupendamente,. otra cosa es que la cumpla".

Ahora bien, tanto el alcalde, a pesar de su lenguaje, como los concejales, tienen razón en algo: si lo que se pretende con la nueva norma es conceder mayor solemnidad al acto, de algún sitio habrá que sacar unas mínimas dotaciones materiales. ¿Cómo va a casar un concejal a nadie en su despacho, entre multas y órdenes de embargo, entre llamadas de teléfono que la secretaria no puede filtrar, sin espacio apenas para los invitados? Como siempre, surgirán los enchufados que logren casarse frente a los tapices del siglo VII y la Mariblanca, en la mismísima Casa de la Villa. O sea, que habrá que "articular" la cosa.

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