Tribuna:

La facción

Bueno, ya están aquí. En realidad, nunca se han ido, como pudieron comprobar los asistentes a la clausura del último congreso del partido socialista. En aquel momento, al so nar su nombre y subir al estrado, consciente de su ligero retroceso en la jerarquía del partido, Txiki Benegas se dispuso a ocupar el asiento que quedaba inmediatamente a la izquierda de Alfonso Guerra. El número dos, sin embargo, con expresivo gesto, indicó a su correligionario que se sentara en la silla colocada a la derecha de Felipe González. Y allí hubo que ver la cara de circunstancias de Ciprià Ciscar, sin s...

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Bueno, ya están aquí. En realidad, nunca se han ido, como pudieron comprobar los asistentes a la clausura del último congreso del partido socialista. En aquel momento, al so nar su nombre y subir al estrado, consciente de su ligero retroceso en la jerarquía del partido, Txiki Benegas se dispuso a ocupar el asiento que quedaba inmediatamente a la izquierda de Alfonso Guerra. El número dos, sin embargo, con expresivo gesto, indicó a su correligionario que se sentara en la silla colocada a la derecha de Felipe González. Y allí hubo que ver la cara de circunstancias de Ciprià Ciscar, sin saber a qué atenerse y yendo a parar finalmente a la posición simbólica de número cuatro.

Chiquilladas, podría pensarse. Y lo serían si sus protagonistas no fueran gentes poseídas por una altísima conciencia del valor de los espacios que se ocupan o que se dejan vacantes. La escena de la clausura indicaba bien a las claras que, si se veía forzada a retirarse de sus posiciones, la corriente, sensibilidad, tendencia o como demonios se llamara, guerrista lo haría vendiendo cara su piel, disputando cada palmo de terreno, defendiendo con uñas y dientes cada una de las sillas, cada uno de los despachos que ocupaban desde que llegaron a Ferraz.

Pues mantener esas posiciones era la condición indispensable para organizar la posterior reconquista. Y en ésas estamos. Después de un periodo de relativa penumbra, han vuelto a primer plano, arrojando la careta y dando la cara. Vuelven, sin tapujos, con la seguridad que imprime contar con una facción organizada, con sus coordinado ras, sus publicaciones, sus cenas, todo eso, en fin, que per mite medir fuerzas, saber con quién se cuenta, recuperar - como decía uno de ellos- la sensación de vivir en grupo. Y para que nada falte, la fotografía: reciben a los dirigentes de la UGT teniendo buen cuidado de que en la foto no aparezca ninguno de los otros. Son geniales. ¿Qué se proponen? La historia cuenta que ningún sector del socialismo que se autodenomine de izquierda puede prescindir de dos poderosas y bien arraigadas "señas de identidad". La primera, fidelidad a los principios, rescatar la pureza dé los orígenes presuntamente mancillada por los que se prestan a pactos y componendas con la burguesía y el capital. La segunda, correlativa, buscar un firme apoyo en la organización sindical, resaltar el carácter obrerista del PSOE, su potencial como vocero o cauce de los intereses de la clase obrera. Así mantuvo Pablo Iglesias el aislamiento obrerista del socialismo contra un doctor Vera en los primeros años, un García Quejido después. Así actuó Largo Caballero contra Prieto cuando desde la secretaría general de la UGT se lanzó a reconquistar las posiciones que había perdido en la ejecutiva del PSOE. En estos casos, el énfasis en la verdad inmutable del socialismo frente a quienes coqueteaban con las clases favorecidas y la estrategia de pacto sindical frente a quienes proponían una alianza con los partidos republicanos de clase media fueron los caballos de batalla de agrias polémicas internas. ¿Así también ahora Guerra contra González?

Nadie sabe lo que deparará el futuro, pero, por lo que se percibe en el presente, se diría que la nueva facción vuelve a recorrer los viejos caminos trillados: por una parte, la denuncia de que con tanto independiente en posiciones de responsabilidad y tanto pacto con partidos burgueses, el PSOE pierde a raudales su identidad; por otra, la manifiesta voluntad de aparecer como protagonistas diferenciados de la reapertura de negociaciones con UGT y artífices de una renovada, alianza con el sindicato. El problema consiste en que nadie puede saltar sobre su propia sombra, y la de esta facción es, hacia atrás, muy alargada. ¿Quedará todavía alguien dispuesto a creer que por debajo de ese retorno a las fuentes y ese renovado furor sindical hay algo más que un plan para recuperar íntegra la dirección del partido?

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