Editorial:

Bloqueo en Argelia

LAS CANCILLERÍAS occidentales, principalmente la de Estados Unidos, llevan algún tiempo pidiendo a la junta militar argelina que negocie al menos con los elementos más moderados del movimiento integrista islámico. La situación en el país es de guerra generalizada y no existe ninguna posibilidad de victoria militar del poder sobre los insurrectos, como no cabe tampoco la posibilidad de que los islamistas derroten por las armas al Ejército.Los acontecimientos de los últimos días, la matanza de cinco ciudadanos franceses y, sobre todo, el anuncio de la creación de una fuerza armada del Frente Isl...

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LAS CANCILLERÍAS occidentales, principalmente la de Estados Unidos, llevan algún tiempo pidiendo a la junta militar argelina que negocie al menos con los elementos más moderados del movimiento integrista islámico. La situación en el país es de guerra generalizada y no existe ninguna posibilidad de victoria militar del poder sobre los insurrectos, como no cabe tampoco la posibilidad de que los islamistas derroten por las armas al Ejército.Los acontecimientos de los últimos días, la matanza de cinco ciudadanos franceses y, sobre todo, el anuncio de la creación de una fuerza armada del Frente Islámico de Salvación (FIS), que ya existía, sin duda, pero que ahora quiere asumir el carácter de aparato político-militar distanciado del extremismo sin freno del GIA -grupo terrorista responsable de las mayores atrocidades-, apuntan a una evolución táctica del terror islamista.

Con la creación del Ejército Islámico de Salvación (EIS), el FIS trata de establecer sobre el terreno una distinción muy clara entre lo que es su movimiento y lo que no lo es, repudiando, por ejemplo, los ataques a extranjeros, que sabe que le hacen un flaco favor ante la opinión mundial. Ello no significa, sin embargo, que nos encontremos ante un FIS monolítico con unidad de criterios. Existe, incluso en el interior del FIS, una línea de diálogo mas o menos consolidada y otras escépticas sobre la validez del mismo.

Todo parece indicar, además, que ese esfuerzo de establecimiento de unas líneas más claras de actuación o de responsabilidad por parte del radicalismo islamista organizado no tiene su equivalente en las filas del poder. Las aparentes intenciones del general presidente, Leamin Zeroual, de hacer avanzar un diálogo político con quien fuera posible en el seno del FIS no han dado frutos políticos.

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En estas circunstancias, el bloqueo de la situación es tanto más sangrante cuanto que, a medida que pase el tiempo, las posiciones tenderán a radicalizarse. Si existe alguna capacidad de negociación por, parte de los líderes del movimiento islamista que no equivalga a la exigencia pura y simple de rendición del poder -lo que no será nunca aceptable para la parte laica de la sociedad argelina-, el bloqueo hará que esta voluntad negociadora se vea erosionada a favor de posiciones más y más duras.

La iniciativa sólo puede proceder del poder, que arrebató al FIS lo que era una victoria segura en las únicas elecciones democráticas habidas en el país. Esa iniciativa debería comportar el reconocimiento del peso del movimiento islamista en la nación y su objetivo último sería celebrar unas nuevas elecciones plenamente democráticas.

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