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LA DESTRUCCIÓN DEL CINE.

Cementerios de celuloide

Alerta de la Unesco ante la destrucción del patrimonio cinematográfico mundial

Federico Mayor Zaragoza, director general de la Unesco, pronunció hace tres semanas, en la caja de resonancias del festival de Cannes, una "llamada a la movilización" deducida de las conclusiones a que llegó en noviembre del año pasado una investigación sobre el estado del patrimonio cinematográfico mundial realizada en seno del organismo que dirige.Esta llamada intenta sensibilizar a los profesionales de la industria del cine y a los responsables de la política cultural de todos los países del dramático fenómeno del apagamiento, inexorable si no se toman medidas para evitarlo, de la vieja luz del cine. Mayor Zaragoza convocó la los Gobiernos para que tomen medidas destinadas a crear estructuras esenciales de salvaguardia del patrimonio filmico". Y solicitó de estudiosos, profesionales y directivos de la industria "que alerten a la opinión pública de sus países de la urgencia que requieren estas medidas y la canalización de fondos públicos y privados destinados a financiar la restauración" de los filmes en peligro de desaparición o de deterioro.

El patrimonio cinematográfico mundial está gravemente amputado; y lo que queda de él amenazado. Los estudios en que se basa este llamamiento deducen que tres cuartas partes -se calcula que un 80% del cine mudo ya es invisible, y una buena parte del sonoro de los años treinta y cuarenta, inaudible además de invisible- del material rodado hasta 1955 ha desaparecido o sobrevive dañado, pueslos filmes que no se incendiaron han borrado o deteriorado sus imágenes, y los que sobreviven están amenazados si no se toman medidas para su fijación y conservación.

Las películas son obras de arte cuya existencia -como las pinturas de un muro, de una tabla o de un lienzo- dependen del soporte químico que conocemos convencionalmente como celuloide: una materia frágil y perecedera. Hasta 1955, este soporte era de una sustancia llamada nitrato de celulosa, que, además de inflamable -lo que hizo que incontables depósitos de bobinas perecieran en las dos guerras mundiales y en multitud de accidentes-, tiene una duración aproximada de 50 años.

Síndrome del vinagre

Para salvar los negativos de nitrato que, pese a tener medio siglo o más, aún conservan las imágenes fijadas en ellos, es imprescindible y ya urgente transferir su contenido a un soporte de acetato de celulosa, generalizado en 1955 y cuya duración alcanza alrededor de un siglo si se conserva adecuadamente.

En los filmes en blanco y negro, la traslación de la imagen de un soporte a otro si se añaden a este traslado medidas posteriores de conservación adecuadas, a las que aludiremos -crea un estimable plazo de seguridad para el mantenimiento de la imagen. Pero en lo que respecta al cine en color, un nuevo peligro amenaza la permanencia del filme: el llamado síndrome del vinagre.

El soporte de acetato de celulosa con emulsión en colores es extremadamente sensible a los cambios de humedad del ambiente donde se guarda, de tal manera que si los negativos de estos filmes quedan expuestos a una humedad relativa del aire superior al 50%, que generalmente va asociada a una elevación de la temperatura ambiental, se produce un cultivo de bacterias y hongos que provocan una reacción química de desprendimiento de ácido acético y de cloruro de metileno, que degradan y matan velozmente los colores. Una vez desencadenada, esta reacción tiene consecuencias devastadoras e irreversibles.

Otra amenaza -no de origen temporal, ambiental o químico sino cultural y moral- procede de la insensibidad de los dueños de la negativos de las películas ante la condición de obra de arte y de testimonio histórico de los filmes que poseen y sobre los que tienen poder -pues es un objeto de propiedad privada- para explotarlos comercialmente del modo que quieran, por bárbaro y abusivo que sea. Es lo que podría llamarse el síndrome del éxito, pues sólo erosiona y daña a aquellas películas que lo obtienen.

En efecto, a una buena película, o a una película que sin ser buena convoca gran audiencia, se le exige por sus dueños, para que alcance una difusión y explotación comercial lo más rentable posible, que se extraigan de su -en principio- único soporte en negativo un alto número de copias positivadas, que son las que llegan a las salas del cine. El reiterado paso de la matriz negativa por las máquinas positivadoras de los laboratorios daña lenta y fatalmente el soporte hasta degradar para siempre la imagen y la banda sonora incorporada a ella, que se quedan en sombras de lo que originariamente fueron.

Los efectos de esta sumisión del arte cinematográfico a su condición de mercancía son fáciles de evitar extrayendo del negativo original una copia de seguridad que permanezca ajena al proceso de multiplicación de copias comerciales: lo que en la jerga se llama un internegativo, O bien un interpositivo susceptible de ser convertido en negativo ante una nueva oleada de explotación comercial del filme o de una solicitud masiva de copias para objetivos culturales o depósitos de filmotecas.

Pero hay dueños de películas responsables de su deterioro: amenaza de que se cierne precisamente sobre las obras que obtienen demanda del público y que afecta menos a las de escasa audiencia. ¿Qué sería, por ejemplo de Casablanca si sus dueños no se hubieran gastado 5 o 6 millones de pesetas en copias de seguridad intactas? No existiría.

Un milagro

La llamada de la Unesco mueve tres frenos a la erosión del cine: la opinión pública en cuanto factor de presión; los poderes públicos no enterados de la magnitud de un problema que estudiosos y profesionales airean desde hace tiempo, e industriales del cine, que han de asumir que los filmes son más que mercancías y forman parte del arte y la historia de este tiempo.En España, las diversas filmotecas trabajan con pocos medios en el sentido de esta convocatoria. Un avance en la solución de un aspecto del problema se dio en el decreto regulador del cine de 1989, que creó una ayuda estatal consistente en la mitad de su coste, para aquellos productores que hagan copia de seguridad de cada filme.

José María Prado, director de la Filmoteca Española, dice "que una deficiencia en la redacción de esa medida, que no aludía a que la copia de seguridad incluía también la banda sonora, creó confusiones en su aplicación, cosa que se ha corregido en la nueva ley". De esta manera, el antídoto contra el síndrome del éxito está a mano de cualquier productor, "pero no es una práctica generalizada y hay quienes no se acogen a una ayuda para algo tan indispensable".

Añade Prado que se avanza en el encauzamiento del problema: "La Filmoteca tiene un depósito acondicionado, con 20 celdas con capacidad para 20.000 bobinas, en los terrenos de la futura Ciudad de la Imagen. Pero no es suficiente. Nuestra actual sede se ha quedado pequeña y estamos a la espera de la iniciación en 1995 de otra nueva que nos permita acoger todos los adelantos técnicos para almacenar y restaurar películas".

Catálogo

Los especialistas consideran que los depósitos de las copias de seguridad deben tener un 25% de humedad relativa del aire y temperaturas de 12 grados para películas en blanco y negro y de 2 grados para películas en color.

"Habría que hacer cuanto antes", añade Prado, "un catálogo de las copias de seguridad existentes en España y, a tenor de él, promover que se hagan de los filmes que no la tienen y que por ello peligran, así como restaurar los dañados. Nuestra última restauración es la película de Luis G. Berlanga Los jueves, milagro, hecha con los negativos originales conservados en un laboratorio de Madrid, una copia de la Filmoteca Española, otra de TVE, otra de la Filmoteca de Praga y un duplicado del negativo procedente de Bélgica. Puede servir de ejemplo de la tarea que nos corresponde hacer"

Salvadas del naufragio

Después de casi 40 años, vuelve a las pantallas españolas el Otelo de Orson Welles, obra capital del cine moderno, que incluso su propio creador consideraba perdida. Sin embargo, ha sido rescatada del naufragio. Su copia en negativo durmió durante décadas en un almacén de Ogdensburg, en New Jersey.Se pensó al principio que era como conjunto un filme muerto, pero un equipo de especialistas logró hacer un encaje de bolillos entre el negativo encontrado y restos de copias positivadas, para con ellos reencadenar fatograma a fotograma y sonido a sonido los 91 minutos del legendario filme.

Es su buen destino parecido al rescate de de los filmes que Charles Chaplin realizó, en los comienzos de su carrera, para estudios ajenos, antes de hacerse dueño de su propia obra y esmerarse en conservarla. El azar y la paciencia nos han devuelto estas joyas fundamentales del arte de este siglo.

Como nos devolvió Lawrence de Arabia, la gran Metrópolis de Fritz Lang, la versión de George Cukor de Ha nacido una estrella y, para cerrar este pequeño botón de muestra, La regla del juego una de las películas que indefectiblemente ocupan un lugar cuando se eligen las 10 mejores películas de la historia del cine-, cuyo negativo había quedado totalmente destruido por un incendio y una copia positivada encontrada casualmente en un desván de un cine sirvió de vértebra para la reconstrucción -a falta de un minuto de diálogo jamás recuperado- de la más importante obra del cine francés.

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