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LA TELEBASURA

Las querellas acabaron con los charlatanes

Enric González

La telebasura es un fenómeno poco extendido, en contra de lo que pudiera parecer desde España. Sólo nuestro país, Italia y EE UU emiten programas escabrosos o amarillistas sin apenas problemas legales. En los principales estados de la Unión Europea la situación está regulada: apenas hay telebasura, o si la hay, en horarios minoritarios, debido a una legislación clara y a los gustos de los espectadores. Sin embargo, en Estados Unidos, el referente televisivo por excelencia, la telebasura goza de excelente salud. La demanda de los telespectadores ha provocado que asuntos con morbo relacionados con famosos hayan desplazado de la apertura de los informativos de calidad a los debates políticos o la guerra de Bosnia.En Fraricia, la telebasura va escasa. Ni siquiera en TF-1, la principal cadena privada y la más propensa a los excesos, abundan los higadillos o las excavaciones en vidas privadas. Hay dos razones para ello. La primera, la falta de interés de los franceses por este tipo de cosas; a diferencia de lo que ocurriría en otros países, sólo la prensa marginal se explaya sobre las amantes del presidente Mitterrand o sobre si tiene o no un hijo natural, por poner un ejemplo. El sensacionalismo no gusta, y las intromisiones en la vida personal menos. La segunda razón son las limitaciones indirectas impuestas a la programación.La programación de televisión y radio está regulada por el Consejo Superior de los Audiovisuales (CSA), un organismo cuyos miembros son elegidos por la presidencia de la República, el Gobierno y el Parlamento. En cuanto a la contención de la basura televisiva, el CSA tiene un eficaz mecanismo: ese tipo de programas no se contabilizan dentro de los mínimos de programación propia, creados para defender la industria audiovisual francesa.

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Para las cadenas de televisión, muy especialmente la poderosa TF-1, acaba resultando no rentable producir tertulias baratas que, al no incluirse dentro del cómputo, deben compensarse con programas más caros y aceptables para el CSA.

Casos, por supuesto, los hay. Fue notorio el de Patrick Sabatier, presentador estelar de TF-1 hasta que se buscó la ruina con un espacio sobre, medicina alternativa. El programa derivó hacia el curanderismo y la charlatanería, y acabó siendo objeto de querellas millonarias por parte de espectadores que, en su credulidad, pusieron en práctica los consejos de los invitados por Sabatier y sufrieron daños. TF-1 cerró el programa y eliminó a Sabatier de la pantalla.

Sumarios, a los tribunales

Otros programas polémicos, por sus ribetes sensacionalistas, son Perdido de vista (comparable al español Quién sabe dónde, y ya desaparecido), Los ausentes nunca tienen razón (escenario a semejanza de un tribunal y entrevistas con personajes marginales) y Testigo número 1 (reconstrucción de sucesos reales con la ayuda de testimonios). Este último campo del suceso-veritè, fértil hace unos años, se agostó cuando la justicia francesa recordó de forma tajante a las televisiones que la instrucción de sumarios era competencia exclusiva de los tribunales.

La más reciente actuación de la CSA se produjo el viernes, cuando lanzó una advertencia a la emisora de radio juvenil Fun Radio por el, en opinión del organismo, excesivo contenido sexual del consultorio Love in fun. En él, la audiencia plantea preguntas, que giran entorno a la droga o al sexo. El ex ministro de Cultura socialista Jack Lang elogió el programa por su franqueza frente al problema del sida.

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