Dos versiones distintas

En el plazo de cuatro días hemos escuchado dos veces La consagración de la primavera en versiones de dos maestros finlandeses: Jukka-Pekka Saraste (1956) y Esa Pekka Salonen (1958). El primero la ofreció en los festivales de Canarias con la Orquesta de la Radio Finlandesa y el segundo, anteanoche, para la Filarmónica, de Madrid, al frente de la Orquesta de la Radio Sueca, un conjunto de superior madurez individual y colectiva.La interpretación de Saraste removió a la audiencia por la fuerza de su ritmo, la violencia de sus dinámicas y el arrollador sentido de un radical componente coreo...

En el plazo de cuatro días hemos escuchado dos veces La consagración de la primavera en versiones de dos maestros finlandeses: Jukka-Pekka Saraste (1956) y Esa Pekka Salonen (1958). El primero la ofreció en los festivales de Canarias con la Orquesta de la Radio Finlandesa y el segundo, anteanoche, para la Filarmónica, de Madrid, al frente de la Orquesta de la Radio Sueca, un conjunto de superior madurez individual y colectiva.La interpretación de Saraste removió a la audiencia por la fuerza de su ritmo, la violencia de sus dinámicas y el arrollador sentido de un radical componente coreográfico. Salonen, en cambio, llenó de luces los arracimados pentagramas stravinkianos, de tal modo que pudimos escuchar absolutamente todo cuanto el genial ruso ideó. Midió con exactitud el repertorio dinámico y los resultados globales dijeron, una vez más, cómo hay en Salonen un gran maestro.

Antes, puso orden rítmico, acentual y arquitectónico en la Sinfonía en la mayor, número 7, de Beethoven, con un impulso vital y hasta danzable muy superior al esencial pathos bethoveniano. El breve Canto del emperador, del sueco Jan Sandström (1954), introdujo el programa aires animados y colores efectistas.