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"La gran Alemania y la nueva Rusia neutralizarán a Europa"

Vladímir Zhirinovski traza de nuevo las fronteras del Viejo Continente y de Asía

Un ultranacionalista desenfrenado, un demagogo fascista, el sepulturero de la democracia, una amenaza contra la paz mundial. Todos los epítetos llueven sobre Vladímir Volfovitch Zhirinovski cuando siembra a los cuatro vientos sus declaraciones provocadoras. Son muchos quienes le toman por un demente. Pero es una conclusión un tanto apresurada y simplificadora si se piensa que el pasado mes de diciembre, en las elecciones parlamentarias, uno de cada cuatro rusos votó por él.Su promesa de "poner en pie a una Rusia arrodillada", de recuperar su puesto de superpotencia y de devolver a las Fuerzas Armadas su posición y su prestigio ha contribuído, ciertamente, a su éxito electoral.

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Si Zhirinovski alcanza sus fines, el mapa del mundo corre el riesgo de cambiar de manera dramática. Entonces ¿por qué no pedirle que trace él mismo él mapa que nos deparará su futuro? Esto es lo que pensamos en la revista geopolítica italiana Limes. La entrevista fue realizada en las últimas horas de 1993. Provisto de dos mapas del mundo me presenté en Moscú, en el cuartel general del Partido Liberal Democrático de Rusia (PLDR) en el que está instalado Zhirinovski.

En las paredes de su despacho, cuatro retratos de viejos generales y almirantes zaristas fulminan con la mirada al visitante intimidado. En un rincón hay un manojo de banderas prerrevolucionarias. Vladímir Volfovitch me recibe sentado en su escritorio.

Es un hombre de talla mediana, de cabellos castaños, con ojos sombríos y penetrantes. Zhirinovski nació hace 47 años en el seno de la minoría rusa de Kazajstán, región periférica del antiguo Imperio soviético, lo que explica su apasionado compromiso con los 25 millones de rusos que viven hoy en el "extranjero próxirno", a saber las ex repúblicas soviéticas hoy Independientes.

Cuando saco mis mapas se anima y se pone enseguida a trazar de nuevo las fronteras de Europa y de Asia Central. Primero se suprimen los tres países bálticos. Todo vuelve a Rusia, salvo un pequeño territorio alrededor de Tallín, la capital de. Estonia, y otro en el centro de Lituania.

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¿Polonia? "Pues bien, Danzig (Gdansk), Breslau y Stettin deberían ser restituídas a Alemania". Sobre el mapa, dibuja una nueva frontera a través de Polonia occidental. Como compensación, los polacos recibirán una parte de Ucrania, occidental alrededor de Lvov. "Un regalo de Rusia", dice. "Sin embargo, la Rusia blanca, toda Ucrania oriental y Moldavia son rusas y tienen que volver a ser provincias rusas". (Véase EL PAÍS del 1 de febrero).

Alemania juega un papel primordial en la filosofía estratégica de Zhirinovski. Siente por los alemanes una especie de "amor-odio" y, a pesar de sus amenazas de guerra nuclear en su contra, quiere colaborar con ellos. "Una nueva Gran Alemania renacerá", profetiza. "Austria y Eslovenia deben adherirse a Alemania, que tendrá así un acceso al Adriático. La República Checa tendrá que ser absorbida por Alemania. Y puede ser que también le devolvamos algún día Königsberg, Kaliningrado..."

Luego se torna visionario: "Un día, en el futuro, la Gran Alemania y la nueva Rusia formarán una alianza. Y juntos neutralizaremos a Europa".

Los problemas balcánicos se resuelven rápidamente. ¿Bosnia? Todas las tropas extranjeras tienen que marcharse inmediatamente del país y dejar a los serbios y a los croatas que se lo repartan. "Fifty-fifty" (al 50%). Dibuja a continuación una Gran Bulgaria que incluiría las dos Macedonias, la griega y la eslava. Rumania, "que no es un país sino solamente un espacio en el cual viven los gitanos italianos", es despiezada: Transilvania es restituída a Hungria y Dobrogea a Bulgaria.

Los pueblos transcaucásicos no se cuentan entre sus favoritos. Los "morenos", como los llama, cometen -según él- más crímenes en Rusia que todos los demás juntos. "Toda la Transcaucasia es un nido de bandidos y de estafadores sin ningún interés para Rusia". Traza una larga línea a lo largo de la frontera rusa en Caucasia. "Aquí, habrá una guerra de todos contra todos", dice.

Y la misma suerte les está reservada a los pueblos de Asia central: los uzbecos, los tayikos, los kazacos, etcétera, se matarán entre ellos.

"Será un infierno como en el Líbano. Después de 30 o 40 años nos suplicarán que les reintegremos y que restablezcamos el orden en su casa. Lo haremos únicamente si el mundo nos pide que lo hagamos y si las organizaciones internacionales pagan la factura". Se obstina en el mapa. "Más tarde o más temprano", dice, "las repúblicas centroasiáticas se reintegrarán en Rusia: Kazajstán, Kirguizistán, dos tercios de Uzbekistán, Turquestán... los afganos y los iraníes se repartirán los restos".

El gran aliado en Asia será la India, que tendrá que incorporarse al pacto ruso-alemán. Uniéndose, estas tres potencias que suman juntas 1.500 millones de habitantes, podrán "neutralizar" a China. "No", precisa, "no se trata de guerra, sino simplemente de colaboración política".

Zhirinovski se pone delante del emblema del partido, un mapa estilizado del Imperio ruso, incluyendo Finlandia y Alaska, rematado por un águila que sostienen en el pico una banderola con la divisa del partido: Libertad y ley.

"¡Libertad y ley, y Rusia!", dice Vladímir Volfovitch posando su puntero sobre Alaska.

Rolf Gauffin es un antiguo diplomático sueco, especializado en comentarios políticos.

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