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El Gobierno de Rabin reconoce a la OLP tras un áspero debate con la ultraderecha en el Parlamento

ENVIADO ESPECIAL "Shalom", la paz, el saludo de los israelíes, descendió ayer de la esfera de los deseos a la de las realidades. Israel tardó en reaccionar. Pero mediada la tarde ya era cosa hecha: el Gobierno israelí, en una corta reunión extraordinaria, aprobó el texto de reconocimiento mutuo, elaborado horas antes en París por las delegaciones del Estado de Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Tras un siglo de enfrentamiento fratricida, los descendientes de Isaac y los de Ismael aceptaban su mutuo derecho a vivir en Tierra Santa. Los israelíes recibieron la noticia más impactante de su historia colectiva: su Gobierno reconocía a la OLP como la legítima representante de los derechos del pueblo palestino".

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A cambio, Israel dejaba de ser para la OLP la "entidad sionista" y se convertía en un Estado con el derecho a vivir en paz en Oriente Próximo. Era toda una revolución, algo sólo comparable a la caída del muro de Berlín.Isaac Rabin, el primer ministro israelí y uno de los grandes héroes de la Guerra de los Seis Días, recibió la aprobación de sus ministros para firmar el texto elaborado en París. "El Gobierno israelí", informó Moshe Shahal, ministro de Policía y portavoz del Gabinete, "acuerda reconocer a la OLP, que ha puesto fin a su lucha armada para destruir al Estado judío". "El Gobierno", añadió Shahal, "ha autorizado al primer ministro a firmar este documento, que es la primera pieza de un acuerdo más amplio para conceder la autonomía a los palestinos.

Rabin firmará hoy el texto, al día siguiente de que su enemigo, Yasir Arafat, lo hiciera en Túnez. La firma, prevista para ayer, se postergó debido al retaso en la llegada a Israel del ministro noruego de Asuntos Exteriores, Johan Joergen Holst, portador de este documento histórico. En el exterior de las oficinas del primer ministro grupos de extremistas clamaban "Rabin traidor" "Israel está en peligro de muerte".

"No tenemos otra alternativa que negociar con la OLP", había dicho Rabin por la mañana, en el transcurso de una tormentosa discusión de la Knesset, el Parlamento israelí. Rabin volvió a utilizar un argumento definitivo: "La paz se negocia con los enemigos y no puede escogerse quién representa al enemigo".

No obstante, el primer ministro insistió en que Arafat en persona debe hacer un llamamiento para que termine la Intifada, la revuelta popular en los territorios ocupados. También pidió al líder de la OLP que se comprometa a "castigar" a los palestinos que ataquen Israel. Arafat, según Rabin, debe dirigirse a su pueblo para decirle que ha comenzado "una nueva era, una era de reconciliación y cooperación, una era de oposición a la violencia y el terror".

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Rabin añadió que, pese al acuerdo Gaza-Jericó primero, que será firmado en Washington el próximo lunes, él se compromete a garantizar que Jerusalén seguirá siendo "una ciudad unificada y bajo soberanía israelí". Añadió que ese acuerdo no obliga a desmantelar las colonias israelíes en los territorios ocupados en la Guerra de los Seis Días. El Ejército israelí controlará esas colonias y las fronteras exteriores de la autonomía palestina.

Simón Peres, ministro de Exteriores y uno de los grandes artífices de la paz, se enfrentó abiertamente en, la Knesset a los diputados derechistas que le abucheaban e insultaban. "Siento", dijo Peres, "que estamos embarazados de paz, siento que la próxima semana alumbraremos dos gemelos, un acuerdo con los palestinos y un acuerdo con los jordanos". Dirigiéndose a Peres, Eliau Ben Elisar, un diputado del derechista Likud, tronó: "Este es el día más triste de la historia de Israel. Este es el día de nuestra primera derrota y nos la hemos infligido nosotros mismos. Este es el fruto de la política traidora de Rabin y Peres, que han colaborado con el enemigo, que han renunciado al sionismo".

Rabin y Peres afrontaban este momento histórico en paralelo a una crisis del Gobierno israelí ajena a las conversaciones de paz. La dimisión de un ministro de partido ultraortodoxo Shas, acusado de corrupción, amenazaba con debilitar en el Parlamento a la coalición liderada por los laboristas. El destino de Israel y el del proceso de paz estaba en las manos del rabino Ovadia Yosef, el líder espiritual de Shas. El rabino, que apoya el proceso de paz, decidirá hoy si sigue o no apoyando a los laboristas. En caso negativo, el Gobierno de Rabin no tendrá mayoría absoluta en la Knesset.

El equilibrio de fuerzas en el Parlamento refleja el que existe en la población israelí. El pasado sábado, la izquierda movilizó en Tel Aviv a entre 50.000 y 80.000 israelíes favorables a la paz; tres días después, la derecha y los grupos religiosos más extremistas lograron que 60.000 halcones asediaran la oficina de Rabin en Jerusalén. Los sondeos afirman que los palomas tienen una ligera ventaja -el 53% de la opinión pública- frente a los halcones, con el 47%.

Referéndum nacional

Los líderes del Likud, de Benjamin Netanyahu a Ariel Sharon, pasando por Isaac Shamir, protestaban ayer por el hecho de que el Gobierno no haya publicado todavía la versión oficial del acuerdo sobre la autonomía de Gaza y Cisjordania que será firmado en Washington. Y exigían la celebración de un referéndum nacional.

Los laboristas replicaban denunciando a la derecha por alentar "un clima de guerra civil". Rabin, Peres y los suyos aseguraban que la izquierda ha llevado hasta su conclusión lógica el proceso iniciado por la derecha. ¿No firmó el derechista Menahem Begin los acuerdos de Camp David donde ya figuraba la idea de la autonomía palestina? ¿No comenzó Isaac Shamir en Madrid el diálogo con personalidades palestinas próximas a Arafat? Peres, de 70 años, dijo: "Me gustaría poder decirle a mi nieto que hice todo lo que pude para que Israel pudiera vivir en paz".

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