Crítica:CLÁSICA

El brillo de dos pianistas

Día pianístico en el Auditorio Nacional con un monográfico Chopin a cargo de la española Cristina Bruno y un recital de Ivo Pogorelich para las Juventudes Musicales de Madrid y su obra de becas.Cristina Bruno hace música de manera sensible, a veces sensitiva, en un fluir constante, riguroso y a la vez personal desde el que iluminó Cuatro mazurcas, la Fantasía en fa menor y los 24 preludios de Chopin. La pianista compromete su hacer, incluso su vida, en la transmisión afectiva del gran polaco. Tiene ángel, duende, pero sus sonidos no son negros sino plenos de luminos...

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Día pianístico en el Auditorio Nacional con un monográfico Chopin a cargo de la española Cristina Bruno y un recital de Ivo Pogorelich para las Juventudes Musicales de Madrid y su obra de becas.Cristina Bruno hace música de manera sensible, a veces sensitiva, en un fluir constante, riguroso y a la vez personal desde el que iluminó Cuatro mazurcas, la Fantasía en fa menor y los 24 preludios de Chopin. La pianista compromete su hacer, incluso su vida, en la transmisión afectiva del gran polaco. Tiene ángel, duende, pero sus sonidos no son negros sino plenos de luminosidad. Llenó la sala de cámara de público y, de emociones movidas por ese "corazón revelador" que razona la existencia artística y humana de la Bruno.

Cielo Chopin de la Comunidad de Madrid

Cristina Bruno, pianista.Juventudes Musicales de Madrid. Ivo Pogorelich (pianista). Obras de Scarlatti, Bralinis y Liszt. Auditorio Nacional, Madrid 1 de junio.

Por la noche, en la sala sinfónica, Ivo Pogorelich, un mito. Doce sonatas de Scarlatti fueron concebidas y comunicadas con genialidad consciente. Quiero decir que su pensamiento es seguro y buceador de bellezas. Cuanto hace no obedece a caprichos ni, mucho menos, a inspiración mormentánea.

Horizontes futuros

Luego, Franz Liszt en su Sonata en si menor descubridora, en el pensamiento y en la técnica, de largos horizontes futuros. No podemos saber cómo tocaría Liszt estos pentagramas, pero habría bendecido la versión de Pogorelich, un dominador fabuloso del virtuosismo trascendental no para divinizarlo, sino para ponerlo al servicio de la idea musical. Si ésta no repite lo que otros hicieron, mejor que mejor. La auténtica interpretación es la creadora, aquélla en la que el pianista parece proclamar: no está Liszt entre nosotros, yo asumo su papel.Entre el italiano madrileñizado y el húngaro nos dio Pogorelich la versión fresca y distinta del Capricho en fa sostenido menor y el Intermezzo en la mayor, de Brahms, en los que lo romántico cobra expresiones inéditas. La sala se convirtió en un hervidero entusiasta al que respondió Pogorelich con varias propinas, entre ellas un Islamey electrizante. María Isabel Falabella, presidenta de Juventudes Musicales, se ganó un nuevo triunfo en su empeño de dar arte de categoría para convertirlo, después, en ayuda a los jóvenes músicos.

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