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Clases de ética para los 'jemeres rojos'

La guerrilla comunista camboyana trafica con piedras preciosas y concesiones madereras

Juan Jesús Aznárez

Sang Sethan es un coronel de los jemeres rojos, de gafas oscuras y uniforme verde oliva que se exalta cuando denuncia la supuesta infiltración. vietnamita en Camboya. El coronel no admite, réplicas y asusta imaginarse a solas con él durante un interrogatorio en una de las celdas instaladas por esta guerrilla en su trienio de apoteosis genocida. Han transcurrido 13 años y nos encontramos en Thamar Phouk, a 400 kilómetros de Phnon Penh, en la frontera occidental con Tailandia.

El coronel Sang Sethan, cuyos soldados se ocultan repartidos por los pasos donde se trafica con piedras preciosas y concesiones madereras a empresarios tailandeses, se personó en Thmar Phouk para asistir, con 10 de sus policías, a las clases impartidas por mandos de las policías de Australia y Alemania sobre ética profesional y comedimiento en el desempeño de sus funciones.Participan en el curso 20 policías de las otras dos facciones guerrilleras, y posiblemente sea en las aulas de esta remota aldea donde los jemeres rojos, que rechazan desarmarse alegando presencia vietnamita y favoritismo internacional hacia el Gobierno instalado por la invasión de las tropas de Hanoi en 1979, ofrecen su única colaboración.

"Asistiendo no tienen nada que perder", señala el comandante Kirk. El adusto oficial de la guerrilla comunista, que apenas espera la traducción de sus venablos al inglés, reconoce: "En los libros de texto hemos comprendido ahora con más claridad que es necesario respetar a los detenidos". El resto del alumnado rojo se aplica en la lectura de textos donde se les invita a escuchar las razones del preso antes de encapucharle con un plástico y sumergirlo hasta morir.

Odio a los vietnamitas

El coronel, de 37 años, estalla en rayos y truenos cuando habla de los vietnamitas y golpea la palma de la mano izquierda con el puño de la diestra al acusar de vividores a los jefes del ejército que acabé con el poder de Pol Pot y fue repatriado hace cuatro años, después de una década de ocupación. "Si no lo hace la UNTAC [autoridad provisional de la ONU en Camboya], el pueblo se encargará de ellos", advierte. Pero en Thamar Phouk, el creciente bandolerismo preocupa más que la facción rebelde. Muchos de los atracadores apostados en los caminos de todo el país son miembros del Ejército gubernamental, militares desmovilizados o bandidos sin otra bandera que el lucro y el pillaje.Por esta frontera de dificilísimo control, los jemeres rojos efectúan el comercio y el contrabando que el Consejo de Seguridad de la ONU ha decidido prohibir para demostrar a la guerrilla que su paciencia tiene un límite. Nadie cree en la efectividad de la medida, porque los kilómetros de frontera son muchos y 100.000 los tailandeses dedicados a la explotación forestal o minera o al trueque de rubíes y gemas por alimentos y combustible para los vehículos militares de la guerrilla que controla el 15% de Camboya.

Christine Alfsen, casada con un hijo del príncipe Norodom Sihanuk y responsable de uno de los equipos de rehabilitación ambiental, no cree que ese grupo armado ingrese tantos millones como se ha dicho. "La cifra manejada es de 10 millones de dólares al mes por los derechos madereros y las piedras preciosas. Personalmente no creo que pasen del millón".

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Sean diez o uno los millones, las ganancias de la guerrilla, el tráfico. de aplanadoras, mineros y taladores en las regiones de Pailin y Samlot es constante, y el Gobierno de Phnon Penh también ha establecido sus propias contratas para beneficiarse con los recursos naturales del país. Un empresario tailandés reconocía el pago de 250.000 dólares por una concesión minera y la entrega de un 45% de la producción a los jemeres rojos.

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