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Ilusión y nubarrones en el 'chupinazo'

Las fiestas de San Fermín comienzan en Pamplona sin 'riau-riau' para evitar incidentes

Como todos los pamploneses alguna vez en su vida, Joaquín Pascal también soñó de joven con poder lanzar el chupinazo desde el balcón central de la Casa Consistorial un 6 de julio a las doce de la mañana. Ayer, este concejal socialista de 46 años, profesor de Estadística y corredor habitual del encierro en la Cuesta de Santo Domingo, hizo realidad su sueño y, con la mecha del cohete que abrió estos sanfermines, convirtió la rutina de esta pequeña capital en una vena abierta, repleta de música, champaña y juerga.No pudieron empañar el derrame festivo ni los forcejeos surgidos en un balcón lateral entre distintos concejales en torno a una gran ikurriña, que finalmente quedó colocada en la fachada del Ayuntamiento, ni tampoco un tiempo desapacible, nublado y con amenaza de lluvia que por un resquicio dejó escapar algunos rayos de sol.

Pascal tenía bien ensayadas las palabras obligadas para quien lanza el primer cohete festivo. Un "iruñarrak, gora San Fermín; pamploneses, viva San Fermín", que no pudo escucharse en la plaza por el ensordecedor griterío de miles de jóvenes que desde una hora antes descorchaban botellas de cava barato, en un frenesí de bailes y cánticos de alabanza a los particulares santos de la jornada: san Fermín y Miguel Induráin.

Pascal abrió la fiesta, pero el alcalde de la ciudad, Alfredo Jaime, de Unión del Pueblo Navarro (UPN), será quien pase a la historia como el primero que decidió eliminar el tradicional riau-riau del 6 de julio del programa festivo. Jaime se ha mantenido inflexible a la hora de anular la convocatoria de un acto que el pasado año fue objeto de graves incidentes cuando decenas de jóvenes encapuchados atacaron la fachada del Ayuntamiento, se enzarzaron en fuertes peleas y dieron una imagen más propia de una batalla campal que de una procesión cívica que acompaña al alcalde y a los concejales hasta las vísperas de San Fermín, en la cercana iglesia de San Lorenzo.

Este año, por primera vez, no hubo riau-riau oficial, aunque se mantenía ayer la incógnita de posibles actos alternativos por parte de quienes, como las peñas de mozos de la ciudad, crearon una "mesa del riau-riau" para conseguir su celebración. Jaime no se fió. Contrató taxis para llevar a la corporación municipal directamente a la iglesia, en cuyo interior lucieron el frac y la chistera tradicionales, a excepción de José Javier Echeverría, concejal de Izquierda Unida, quien, vestido de pamplonica, anunció que no acudiría a actos religiosos ni presidiría corridas de toros.

Exaltados también estuvieron los ánimos en uno de los balcones del remozado Ayuntamiento, donde concejales de Herri Batasuna forcejearon a golpes, empujones y gritos con algunos compañeros de UPN y del Partido Socialista de Navarra, quienes intentaban impedir que los primeros colocarán una ikurriña para, minutos después, compartir con ellos canapés y champaña en los salones municipales.

San Fermín ha comenzado con los nubarrones climatológicos y políticos de siempre, porque es el reflejo de la vida diaria, la fiesta en la calle hecha por propios y extraños. Todos saben que el cielo se iluminará tarde o temprano y que el sol invitará a todos a participar. "Casi podría asegurar al cien por cien que habrá riau-riau el año que viene, en el programa de fiestas y en la calle Mayor". Lo dijo ayer Joaquín Pascal, concejal del PSOE, que confesó estar nervioso, pero tener "un hígado tremendo", el necesario para aguantar este derroche de espectáculo que se llama San Fermín.

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