MÚSICA

Apuntes de una nueva etapa

El 41º Festival de Música de Granada inicia, según se lee y se dice, una nueva, etapa, después de entrar en plenitud de funciones su nuevo cuadro directivo. Todavía no se advierte con precisión en qué consiste la novedad, pues aparte del inexplicable y casi total abandono del Centro Manuel de Falla y la utilización del Palacio de Congresos, el colegio del Ave María y la iglesia de La Magdalena, todo lo demás sigue la línea tradicional y en algo cambiante.Quizá este 41º festival, primero de los que dirige artísticamente Juan de Uraeta, no refleje todavía la nueva etapa nada más que en cierta te...

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El 41º Festival de Música de Granada inicia, según se lee y se dice, una nueva, etapa, después de entrar en plenitud de funciones su nuevo cuadro directivo. Todavía no se advierte con precisión en qué consiste la novedad, pues aparte del inexplicable y casi total abandono del Centro Manuel de Falla y la utilización del Palacio de Congresos, el colegio del Ave María y la iglesia de La Magdalena, todo lo demás sigue la línea tradicional y en algo cambiante.Quizá este 41º festival, primero de los que dirige artísticamente Juan de Uraeta, no refleje todavía la nueva etapa nada más que en cierta tendencia popularista con aumento notable del arte jondo y flamenco en expresiones más o menos puras y en coincidencia con los estudios que sobre la materia realiza el 23º curso Manuel de Falla, dirigido por el musicólogo granadino Antonio Martín Moreno.

Se quiebra en parte, pienso que por razones coyunturales, la tradición de los grandes estelares, si salvamos los de Victoria de los Ángeles, Gúndula Janovitz, aunque los haya de prestigio, y se mantiene un buen apartado de ballet así como la asiduidad en el cultivo de la música pretérita acentuada durante la dirección de MariCarmen Palma e incluido un Orfeo, de Monteverdi, en la plaza de las Pasiegas que puede ser el gran acontecimiento de este año.

Música española

Siempre hubo alguna atención a la música española contemporánea, que se mantiene ahora con un curioso y significativo añadido: la recuperación del alhambrismo en obras de Monasterio, Chapí y Bretón.Tras la inauguración de los ciclos del pasado viernes por los ballets canadienses con la reposición de El sombrero de tres picos según la primitiva versión de Picasso y Massine, en la que los grandinos no han reconocido el estilo de su andalucismo, subió al estrado del Carlos V un conjunto célebre y familiar en España: I Solisti Veneti, de Claudio Scimone. Tras la Sonata número 4 de Rossini en la que los violines se las vieron y se las desearon, todo marchó bien en tres preciosos y contrastados conciertos de Vivaldi con estupendas intervenciones protagonistas de los oboistas Giuseppe Falcó y Giovanne d'Angeli y la violinista Bettini Mussumili.

La oración del torero, de Turina, tuvo en los venecianos calidad y garbo y una obra de Luis de Pablo -Déjame hablar-, escrita en 1974 para Scimone insertó sus perfiles lingüísticos actuales -hoy muy desarrollados y evolucionados por nuestro compositor- en un conjunto que cerró la hermosa Sinfonía en re menor, denominada La casa del diablo, sorprendente en sus acentos dramáticos que en ocasiones, resultan verdaderamente filobeethovenianos.

Esto fue todo, aparte la inquietud de si la lluvia acabaría con el concierto del Carlos V lo mismo que arruinó la segunda representación de los ballets en el Generalife.

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