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"¿Hay alguien aquí?"

"¿Hay alguien aquí?". Lanzando este grito entre las casas derruidas, los vecinos de las calles de los alrededores de la antigua Central Camionera no esperaron al auxilio de los cuerpos de rescate y unos minutos después del estallido que levantó por completo el arroyo de las arterias viales y derrumbó cientos de viviendas se organizaron para buscar entre los escombros a amigos y parientes."Aquí, aquí era la tienda de Ramoncito, aquí debe estar enterrado". Varios refrescos, jabones y veladores dan fe de que había una tienda, pero ahora hay sólo dos metros de escombros. La visión de las calles derruidas, de los vehículos atrapados por escombros, de los cientos de fachadas que desaparecieron es lo más parecido a una zona arrasada por un bombardeo.

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Don Francisco está todo lleno de tierra, tiene los ojos muy abiertos y los brazos cubiertos de sangre. "A mí me acaban de sacar, por suerte que estaba el huequito que dejó el saltamontes (un Volkswagen verde que era de su propiedad y que está completamente enterrado bajo los escombros). Por ahí me entraba aire y me sacaron luego".

"A mí la explosión me agarró aquí afuerita de mi taller, yo no vi nada, nomás sentí al cabronazo". Un vecino interviene: "Ay, don Panchito, pues a usted Dios lo quiere mucho". Don Francisco respira hondo, se unta limón en las heridas de sus brazos y asiente.

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