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Génova inaugura uno de los mejores teatros de ópera de Europa

El Carlo Felice ha costado más de 13.000 millones de pesetas

El Ayuntamiento de Génova, una ciudad de 700.000 habitantes, acaba de inaugurar un nuevo teatro de ópera, el Carlo Felice, que es uno de los mejores espacios escénicos de Europa. Pero el acontecimiento, fruto de la respetable inversión de 115.700 millones de liras (más de 13.000 millones de pesetas), nace en un ambiente de crisis, en lo artístico y lo económico, que parece ser el sino común de los proyectos de envergadura llamados a responder a la actual popularidad de la lírica.

Son 2.000 localidades (700 menos que la nueva Ópera de París, 15 menos que en la Scala) y, salvo 22 laterales, todas tienen visibilidad plena. El patio de butacas, diáfano, de acústica perfecta, desciende con suavidad bajo el techo ligeramente curvo, que ofrece siete opciones de apertura automática para descubrir los focos que iluminan la escena a distancia.Las paredes, de mármol bardiglio, con el color azulenco típico de las antiguas casas genovesas, se abren por ventanas blancas y balcones que hacen las veces de palcos, embocando, como un corral de comedias, 300 metros cuadrados de escena flanqueados por dos grandes cilindros de mármol marrón que embuten la iluminacion de proscenio. Y lo más indiscutible del Carlo Felice comienza quizá ahí, justo tras el cortafuegos que aísla las cuatro plataformas intercambiables -una de ellas giratoria, todas modulables en distintos niveles- movidas por la mejor tecnología alemana sobre dos planos de una enorme torre que aloja un escenario de 44.000 metros cúbicos y 52 metros de altura.

Sólo una parte mínima de las ingentes posibilidades de esa maquinarla teatral ha sido utilizada en El trovador, con el que se ha inagurado la sala. La escenografía, austera hasta el ascetismo, no daba para más, y los cantantes, pese a las excelencias de Raina Kabaiwariska en un papel -Leonora- que en principio no le calza y al arte ya algo añejo de Shirley Verrett, no lograron evitar la sensación de que sobraba teatro para tan modesta ópera. Las críticas cayeron como una insoportable ducha fría.

Sin director artístico

A Francesco Ernani, superintendente del Carlo Felice, el parangón con la Opera de la Bastilla le gusta tanto en la dicha como en la desventura. "Al menos, nosotros hemos podido estrenar en la fecha prevista y programar la primera temporada", comenta. Como ocurrió en su referente parisiense, el nuevo teatro de Génova ha arrancado sin director artístico ni director musical, y ello por razones políticas complejas. La primera es que, según el sistema de riguroso reparto de influencias vigente en Italia, los cargos de superintendente y director artístico de un teatro público deben corresponder a militantes de formaciones políticas distintas. Ernani tiene el apoyo del alcalde de Génova, Romano Merlo, del Partido Socialdemócrata, pero hasta aquí no se ha logrado el consenso sobre la persona que debería responder del aspecto artístico de la gestión.La segunda dificultad deriva de que la ópera es un espectáculo muy caro. El Carlo Felice, como todos los teatros de su género, nace con una enfermedad crónica llamada déficit. La primera temporada, en la que El trovador inaugural es la producción más destacada, depende de un presupuesto de 50.000 millones de liras (unos 4.500 millones de pesetas), de los que unos 35.000 millones sufragarán los gastos fijos y las nóminas de la orquesta, el coro y todo el personal técnico y auxiliar que requiere este tipo de sala. En total, unas 300 personas. Los ingresos por taquilla no superarán los 14.000 millones de liras, aunque la butaca se paga a más de 13.000 pesetas; el Estado aportará otros 25.000 millones, y el Ayuntamiento, que no tiene fondos, ha encontrado un patrocinador privado que cubrirá los 14.000 millones que faltan. Pero ha introducido también un tercero en la discordia.

El patrocinador, un petrolero italiano, pide calidad sin adjetivos. El superintendente, Ernani, apuesta por una calidad media y por incluir a Génova en los circuitos del, turismo operístico, dado que la población local no es suficiente para garantizar un futuro saneado. El alcalde apunta hacia una 'polifuncionalidad", por la que el Carlo Felice serviría tanto a la ópera como a los conciertos sinfónicos, espectáculos de variedades, de televisión e incluso congresos y actos de empresa.

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