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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ensayo general

LA INAUGURACIÓN el sábado pasado de la conferencia de paz para Yugoslavia en La Haya fue en realidad un ensayo general para la sesión plenaria que debe celebrarse el próximo jueves en el mismo lugar. Un ensayo general con todo intacto, protagonistas y problemas. Y en un escenario, apropiadamente llamado Palacio de la Paz, que es sede de la Corte Internacional de Justicia. La ventaja ahora está en que entre una sesión y otra de la conferencia habrán transcurrido cinco días: cuanto más tiempo pase y menos se cuestione la autoridad de aquélla, más oportunidades tendrá de consolidarse en la frontera serbo-croata un alto el fuego hasta ahora tan precario."Si no podemos hacer que callen los cañones, impidamos que los cañones nos callen a nosotros", había dicho el ministro de Exteriores holandés, Van den Broek, en la reunión de cancilleres de la CE que, el día antes, decidió proseguir con la convocatoria de la conferencia pese a que la situación en Yugoslavia era casi de guerra civil. Y eso es lo que han hecho: en las condiciones actuales de la crisis yugoslava, sin conseguirse un alto el fuego firme, son muy meritorias la simple inauguración de la conferencia y la aprobación de una declaración que rija las coordenadas en las que debe negociarse una salida pacífica al problema.

Las circunstancias han cambiado profundamente desde que empezara la fase más aguda de la crisis yugoslava a finales de junio pasado. En aquel momento, la cuestión estaba planteada en torno a la confirmación de la independencia de Eslovenia -y subsidiariamente de Croacia- y de las relaciones de ambas con el Gobierno federal. Pero a principio de julio el foco de atención se desvió hacia el enfrentamiento entre serbios y croatas, la toma de partido por el Ejército federal y la guerra de acusaciones entre los políticos de unas y otras repúblicas. Es decir, hacia la cuestión de cómo los serbios -que controlaron a la federación yugoslava desde los tiempos del socialismo real- están dispuestos a impedir por la fuerza la desintegración del Estado que propugnan eslovenos y croatas y parecen aceptar los demás. Desde entonces, este asunto se ha convertido en la cuestión más grave y ha causado, según los croatas, más de 2.000 víctimas y dejado sin casa a 140.000 personas.

También ha cambiado la actitud de la CE. Desde el rechazo seco de la desintegración yugoslava hace ya meses hasta la comprensión resignada de que aquélla es inevitable, pasando por varias fases de duda y de políticas divergentes entre sus miembros. Ahora, los principios de la política comunitaria son tres: condicionamiento de cualquier ayuda económica al fin de la guerra intestina, reconocimiento de que Yugoslavia ha dejado de existir y de que debe ser reconstruida democrática, pacíficamente y de común acuerdo y, en todo caso, aceptación del hecho irreversible de la independencia de Croacia y Eslovenia.

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De estos principios se deducen los puntos esenciales de la declaración de La Haya aprobada en la sesión del sábado -búsqueda de soluciones pacíficas duraderas, consolidación del alto el fuego, sujeción a los compromisos suscritos por todos en el marco de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE) y reconocimiento de nuevas fronteras sólo si se han establecido mediante acuerdo- Lo importante es que los asistentes yugoslavos la hayan suscrito, aun cuando el presidente serbio lo hiciera cruzando los dedos y empecinándose en no reconocer la desintegración de la federación tal como él la entiende.

El trabajo comienza ahora. Empieza el dificil análisis de las fórmulas de futuro, la negociación y la transacción. Pero todos saben que ninguna será viable si no se interrumpe la matanza. Lord Carrington, el hábil presidente de la conferencia, podrá lograr el consenso para mañana, pero éste no servirá de nada si la CE no ejerce toda la fuerza de que es capaz para separar físicamente a los contendientes de hoy.

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