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Entrevista:

"No tengo ninguna inclinación autoritaria"

Casi un año después de ceder la presidencia de la república a su sucesor electo democráticamente, Lech Walesa, Jaruzelski visitó Santander y Madrid para participar en un curso sobre Europa central de la Asociación de Periodistas Europeos. Durante una semana conversó largamente con EL PAÍS sobre el fin del llamado socialismo real, los peligros del nacionalismo y la crisis económica, su papel personal en la crisis de 1981 y la nueva situación europea, con una Alemania poderosa y Yugoslavia en el umbral de una guerra.Pregunta. ¿Considera lograda la reconciliación nacional en Polonia?

Respuesta. La reconciliación nacional es condición fundamental para la reforma, que es la máxima prioridad del país. Por eso tuvo una importancia histórica la mesa redonda de Santander [en la que hizo buenas migas con su antiguo adversario Adam Michnik], que fue punto de partida para los cambios en Polonia y después en toda la región. Ahora entramos en una nueva fase. Podría parecer que estamos en una situación más fácil que en el pasado. Han desaparecido los antagonismos radicales y estamos en un desarrollo, quizá imperfecto, pero democrático. Sin embargo, la situación es dificil. Antes había un choque entre los sistemas de valores, entre el socialismo, por un lado, y la democracia, por el otro. Era éste el choque fundamental, o se era rojo o blanco.

P. ¿Cuál es actualmente la clave del conflicto?

R. El conflicto entre los sistemas de valores ha dado paso al conflicto de intereses, de los medios, grupos sociales, generados en el marco de la situación económica existente. Cuanto más dificil y dolorosa es la situación, más duros son los choques. Estos enfrentamientos pueden ser capitalizados en la lucha política. Como carecemos aún de cultura política, nos cuesta mucho lograr bases comunes y reglas para todos nuestros litigios. No sé qué político francés dijo aquello de "hay que establecer las normas en que estar en desacuerdo". Creo, por tanto, que el periodo que nos separa de las elecciones [en octubre] va a ser muy dificil.

Consenso democrático

P. ¿Tiene intención de permanecer de alguna forma en la vida política, en alguna labor de mediación?

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R. No tengo esas aspiraciones y creo que tampoco posibilidades. Me he apartado de la vida política activa, si bien tengo muchos contactos con diversos medios, partidos, con la Iglesia y otros grupos sociales. Pero, volviendo a la anterior pregunta, no quiero que entiendan que considero imposible la reconciliación. Le contaré por qué no la logramos antes de diciembre de 1981 [fecha de la imposición de la ley marcial]. Entonces teníamos unas contradicciones fundamentales. El poder, el partido comunista, dependía del régimen existente. Entonces nosotros aún queríamos reformar aquel régimen, pero no destruirlo. Hoy, por el contrario, existe un consenso sobre la base de la democracia y la economía de mercado. Por eso considero que sería muy útil una nueva mesa redonda para afrontar la nueva situación, algo como los pactos de la Moncloa. Pienso que incluso el Parlamento democrático que salga de las elecciones próximas será transitorio, porque aún deben cristalizarse los partidos y programas; luego sería muy útil un nuevo encuentro para establecer las bases para una discusión más amplia.

P. En la situación de grave crisis en que vive Polonia se habla mucho ya del peligro totalitario, de que hayan salido de una dictadura para caer en otra. Hay continuos debates sobre la soberanía del Estado, la separación Iglesia-Estado y la división de poderes. ¿Ve usted el peligro de un autoritarismo populista?

R. Quiero diferenciar entre dos elementos. Por un lado está la gente que antes vivía mal y hoy vive peor, que siente la pauperización mientras ve cómo crecen las fortunas y la ostentación está descontenta y espera que la cosa cambie. Por otro lado está el populismo, que creo muy peligroso. Intenta manipular este descontento de forma demagógica para los fines de una u otra fuerza política con el fin de crear odios que pueden ser orientados después hacia distintos blancos, ya sean los judíos, los comunistas, los nuevos ricos. Esto puede crear una psicosis muy grave para la economía del país y la estabilidad del Estado. La situación es propicia objetivamente para estas tentaciones, para un Gobierno autoritario.

P. Usted llegó a representar la imagen del autoritarismo.

R. Le diré algo que puede sonar como inmodestia. Yo personalmente no tengo ningún tipo de inclinación autoritaria. Sin embargo, las circunstancias en que me encontré, en una situación explosiva, con el sentido de defender el sistema que existía, me colocaron en una posición autoritaria. Aquello fue un gran drama personal para mí.

P. Está usted escribiendo sus memorias. Ahora que hace balance y nos ha hablado del gran drama que supuso para usted la imposición de la ley marcial, ¿se arrepiente usted de algo?

R. Todo ser humano se arrepiente de algo cuando hace balance y ve las cosas conociendo las consecuencias. Es evidente que hay cosas que habría hecho de otra manera. Hoy soy más sabio, entre otras cosas, porque conozco las experiencias españolas. Pero sé que me está preguntando si me arrepiento de haber implantado la ley marcial. No me arrepiento. Me arrepiento o lamento que se produjera la situación que me indujo a implantarla. Yo soy responsable, el régimen, y también la oposición. Todos fuimos responsables de que se creara aquella situación, no fuimos lo suficientemente maduros para sentarnos en una mesa, pero eran también otros tiempos históricos. Me arrepiento también de otras muchas cosas después de la ley marcial. De no haber sido más consecuente con las reformas, de no haber eliminado con mayor energía a los conservadores dentro del régimen. Pero ahí también desempeña un papel la situación internacional, éramos un país de herejes (en el campo socialista) y no podíamos ir demasiado lejos en nuestras herejías, no sólo por los peligros físicos, sino también por problemas económicos.

P. ¿Se encontraba agotado el sistema?

R. Había agotado su creatividad.. Era económicamente incapaz. El sistema había tenido varios momentos de paroxismo, 1956, 1968-1970 y 1980. Entre dichos momentos, el régimen volvía a unos periodos de calma en que: había cierto progreso. Y en estos periodos el sistema creó a sus propios enterradores, millones de personas formadas. Las personas formadas quieren participar y eso es lo que les negábamos. Creábamos apariencias. Les imponíamos el papel dirigente del partido, que era en realidad su monopolio. Pero exigían ya la democracia parlamentaria.

La nueva Europa

P. Cómo ve usted, desde su óptica de militar y estadista, la nueva situación creada en Europa, con su nuevo grave foco de tensión en Yugoslavia, con una Alemania grande vecina de Polonia?

R. Yo creo que todos estamos preocupados. Como militar, sé que toda explosión requiere de un detonador. No quiero decir con eso que Yugoslavia sea ya este detonador. Pero sí nos lleva hacia una situación en que se activan los conflictos nacionales y nos lleva a una revisión de las combinaciones de los contactos entre los Estados. Yo no siento alergia por los alemanes. Pero, desde un punto de vista racional, temo que esa potente Alemania, en el nuevo fermento que se ha creado en nuestra región de Europa (central), entre de una forma natural; no se trata de una entrada física, mucho menos militar, sino de un incremento de su influencia, de una tendencia a la dominación. Croacia y Eslovenia formaron parte de Austria-Hungría y de ese concepto de Mitteleuropa.

P. ¿Tan negro ve el futuro?

R. No. Aunque todo conflicto de este género tiene un carácter contagioso, y pienso sobre todo en Checoslovaquia, puede también tener un efecto disuasorio en la región. Las consecuencias de lo que estamos viendo en Yugoslavia son tan catastróficas para su propia seguridad y sus condiciones de vida, que pueden tener este efecto.

Le daré un ejemplo de nuestra propia historia. En los años 1980-1981, cuando se produce aquella explosión dirigida por Solidaridad, la situación económica se quebró por completo. En las tiendas en Polonia no había sino vinagre. Esto tuvo un efecto disuasorio en los países vecinos.

Por el contrario, cuando, años después, logramos controlar la situación y comenzar las reformas, éstas fueron un empuje para la oposición en estos países. Trasladado a la situación yugoslava, quien sabe si esta conmoción no puede tener finalmente contribuir a mejorar la situación integral en la región.

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