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El milagro español

John H. Elliott

Representamos aspectos muy diversos de las artes y las letras, que incluyen el cine, el circo, el baile, la literatura, la pintura, y la historia en todas sus múltiples perspectivas. Pero es de lamentar que la muerte nos haya privado de la compañía de uno de los prerniados, don José María García de Paredes, distinguido arquitecto, fallecido el año pasado. Es una ausencia que empobrece a todos, y en este momento solemne saludamos su memoria y expresamos nuestra gratitud por su vida fecunda y por su contribución al enriquecimiento cultural de España, meta común de todos.Al hablar de este enriquecimiento cultural de España, tal vez yo, precisamente por mi condición de extranjero, me encuentre en una posición privilegiada para emitir unos juicios más imparciales de los que vendrían de alguien nacido en este país.

Vine por primera vez a España corno joven estudiante a fines de los años cuarenta, y pasé aquí casi dos años enteros investigando en los archivos de Castilla y de Cataluña durante la década de los cincuenta. Recibí en todas partes una acogida maravillosa, y me quedé admirado por la determinación de los españoles de todas las clases y regiones de conservar, en condiciones sumamente difíciles, los grandes valores humanos y culturales de su magnífica herencia. Por otra parte, me entraban a veces unas ganas casi incontrolables de escaparme de una España que me parecía sofocante, un país en el que hacía tanta falta abrir las ventanas para dejar entrar las nuevas corrientes de aire que soplaban por el mundo exterior.

En los años siguientes, poco a poco y cautelosamente una ventana tras otra empezó a abrirse hasta que desapareció la sensación de asfixia y resultó posible respirar de nuevo aire fresco. Al principio hubo una cierta intoxicación cultural, muy comprensible desde luego en un país aislado durante tantos años y de repente sometido a una mezcla imponente de influencias poco compatibles y a un desbordamiento de nuevas ideas algunas veces mal digeridas. Sin embargo, lo impresionante, visto desde fuera, es la rapidez con la cual España ha conseguido adaptarse a las nuevas corrientes mundiales y ha sabido aprovecharse de ellas para recuperar su propia capacidad creadora.

Vitalidad

Se me puede permitir que hable, con la perspectiva de un extranjero, de un auténtico milagro español durante estos últimos 15 años, el milagro de un país que se ha descubierto de nuevo a sí mismo. Nunca se ha visto a España tan dinámica y tan auténticamente innovadora en todos los aspectos de la vida como se la ve hoy. Si uno se pregunta el porqué de esta nueva vitalidad, creo que hay que subrayar en primer lugar la transición a la democracia y el consiguiente establecimiento de una sociedad pluralista y plenamente abierta al mundo. El pluralismo de la nueva España, desde luego, me parece fundamental. En esta monarquía constitucional, el reconocimiento por parte del Estado de la aportación distinta que lleva consigo cada una de las nacionalidades y regiones al conjunto cultural común ha liberado, en mi opinión, las fuerzas creadoras del pueblo. La diversidad representa un enriquecimiento, no un empobrecimiento, del tesoro cultural de un país, y aún más en una época como ésta en la que estamos amenazados todos po el advenimiento de una embriónica cultura mundial. Por eso es tan importante, por un lado, que la diversidad sea capaz de resistir las presiones que empujan a la uniformidad cultural, y, por otro, que no sucumba a la tentación de ensimismarse en un provincianismo de estrechos horizontes.

También cabe resaltar como explicación del auge cultural de España durante los últimos años la gran importancia del patrocinio, tanto oficial como privado. Aquí, como historiador del mecenazgo en el siglo XVII, y especialmente del palacio del Buen Retiro, que es una de sus más brillantes creaciones, soy muy consciente del impulso que puede dar a las artes y las letras el mecenazgo inteligente. En la época de los Austrias se hablaba mucho de las armas y las letras como los dos polos de la monarquía. Desarmada la primera en esta época depaz, se levanta la segunda con crecido esplendor, y la corona la presencia de Vuestras Majestades en este acto y el constante afán de fomentar, con vuestro interés y entusiasmo, la vida artística y cultural del país Dignos sucesores, en este sentido, del rey planeta, espero que no sea atrevido en este momento pedir vuestro apoyo para la restauración a su antigua gloria de esa gran creación de Felipe IV y sus ministros, el Salón de los Reinos del palacio del Buen Retiro restauración ya decretada por el Gobierno y que constituye una de las grandes ambiciones de mi vida como hispanista.

Es como tal que me dirijo en último término a Vuestra Majestad para agradeceros, no sólo en nombre de los otros extranjeros entre mis compañeros de hoy, sino también en nombre de todos los hispanistas, el reconocimiento que se ha dado a nuestra labor. Nunca ha sido más ímportante que ahora, cuando estamos a punto de conmemorar el quinto centenario del primer viaje de Colón, que se divulgue por el mundo una más justa y equilibrada visión de lo que era, y es, España, y de su contribución a la civilización mundial.

Un acto simbólico como el de hoy alienta a nuevos esfuerzos. Pero esta expresión de la gratitud de España hacia los hispanistas encuentra su contrapeso en la gratitud que sentimos todos nosotros hacia España. Cuando se nos habla en este país de lo que hemos contribuido o estamos contribuyendo los hispanistas, yo en nombre de los mismos diría que somos nosotros los que estamos en deuda con los españoles. En mi propio caso, por ejemplo, ha sido crucial la contribución de tres o cuatro historiadores españoles a mi propia formación profesional. Estas son deudas que nunca se pagan plenamente. Pero al mismo tiempo indican la importancia del intercambio libre de ideas. Al reconstituirse en estos últimos años como una sociedad abierta, España, bajo la sagaz dirección de Vuestra Majestad, ha entrado plenamente en el mercado común de ideas que define cada día más el mundo de hoy. Y como una sociedad abierta, su reconocimiento de la importancia de la vida del espíritu la está ayudando a aportar una contribución de primer orden al tesoro común de la cultura mundial. Podemos estar todos orgullosos de estos logros que hoy celebramos, porque no son los de unos individuos sino más bien los de una sociedad entera.

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