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Defensa e industria en la URSS

Uno de los rasgos más importantes de la economía soviética actual es su profunda crisis industrial y su agudo atraso tecnológico. Al mismo tiempo, el sector de la defensa, a través del complejo militar-industrial, ejerce una gran influencia en la situación, pues concentra un gran número de empresas que absorben un notable volumen de recursos productivos, generalmente de mejor calidad que los que dispone la economía civil.En los últimos años la situación sigue empeorando porque las inversiones se reducen con celeridad y las exigencias de una política de estabilización monetaria (en la antesala de un proceso hiperinflacionista) hacen inviable que se disponga de un volumen considerable de nuevos recursos para efectuar la reestructuración del sector industrial. En esas condiciones, las posibilidades de mejora dependen de la política de importación de bienes tecnológicos avanzados y de la reconversión del complejo militar-industrial. Además, esta reconversión también es fundamental para llevar a cabo la desestatalización y desmonopolización de la organización económica.

Actualmente en el interior de la Unión Soviética se pueden distinguir, al menos, cuatro posiciones en relación con la reconversión militar. Una es la que mantienen los sectores mayoritarios del establishment, negándose a que se produzcan cambíos sustantivos que reduzcan sus "dominios económicos". En ella coinciden los sectores conservadores del Ejército y del aparato político-administrativo. Una segunda posición es la de quienes intentan fomentar la exportación de ciertas tecnologías y bienes hasta ahora controlados por el sector de deferisa. Conscientes del acusado descenso de los ingresos por la exportación de petróleo y de otros productos, buscan la posibilidad de negociar con empresas occidentales la cesión o venta de algunos de los avances de la ingeniería soviética, abriendo al exterior una parte del acervo tecnológico del sector militar.

En la tercera posición se sitúan quienes, apoyándose en las tendencias desestatalizadoras, pretenden hacerse cargo de importantes empresas y consorcios que han pertenecido al sector de defensa, como si fueran sus propietarios reales. De conseguirlo quedarían en una ventajosa situación; tales empresas se cuentan entre las más importantes de la economía y ellos mismos quedarían reciclados profesionalmente. Esta posición agrupa a los núcleos tecnocráticos del aparato, interesados en buscar la modernización de la industria sin perder el control efectivo sobre los principales recursos del país; lo cual no es incompatible con las dos posiciones anteriores, si bien ésta cuenta con personajes e iniciativas específicos que permiten considerar que es una de las opciones más probables en un futuro inmediato: reducir paulatinamente y selectivamente el complejo militar mediante el traspaso de ciertas empresas a miembros del antiguo aparato que se preparan para actuar bajo nuevas relaciones económicas.

La cuarta posición está representada por quienes son partidarios de sacar la mayoría de las empresas del sector de defensa, transferir su acervo tecnológico a la economía civil y convertirlas en unidades productivas que dinamicen las nuevas relaciones económicas. Se trata de dirigentes empresariales, tecnólogos y economistas que conocen las grandes, pero parciales, posibilidades del acervo tecnológico generado en las últimas décadas dentro del complejo militar-industrial. Existen técnicas y productos muy necesarios para mejorar múltiples actividades productivas, si bien adolecen de limitaciones que hacen difícil su adaptación económica plena. Así sucede en la producción de cierto tipo de maquinaria avanzada, aplicaciones electrónicas, procesos de tratamientos metálicos o químicos y muchas otras. Para que la economía consiga una asimilación intensa de dichas tecnologías es imprescindible la colaboración económica con empresas e instituciones de los países capitalistas desarrollados.

Existe, pues, la necesidad de establecer un intercambio tecnológico, comercial y financiero, que puede reportar ventajas recíprocas a soviéticos y extranjeros. Del lado soviético parece evidente que sus empresas más potentes y sus institutos científicos pueden aportar notables contribuciones tecnológicas que interesan a muchas empresas occidentales. A la vez, éstas disponen de otros complementos tecnológicos, de redes comerciales y de capacidad financiera, que podrían aportar a las empresas soviéticas.

Alcanzar esa colaboración requiere hilar fino y dejar en la cuneta las prácticas más habituales: vagos discursos sobre la cooperación, comisiones mixtas gubernamentales que resultan inoperantes, cursillos de formación que promenten reciclajes profesionales casi milagrosos y demás actos que se ahogan en puros gestos diplomáticos. Por parte occidental se necesita un cambio de actitud, pues las posiciones actuales no garantizan una intensificación de las relaciones. El comercio se encuentra limitado por la reducida capacidad de las exportaciones soviéticas; las finanzas se muestran reacias a conceder créditos de incierta utilización o destinados a cubrir un déficit comercial creciente.

Carece de sentido en la realidad actual seguir planteando las relaciones con un centro (la Soyuz) sin capacidad para influir en el curso real de los acontecimientos. Ese centro se ha convertido en una pavorosa hidra que esteriliza cuantas actividades controla. Si se pretende una colaboración efectiva -además de urgente-, ésta no es fácil, pero sólo podrá alcanzarse a través de relaciones directas con las empresas y con los núcleos profesionales interesados en materializar esos vínculos tecnológicos, comerciales y financieros.

La colaboración debe establecerse en términos concretos, mediante la colaboración de proyectos a escala de empresas, de consorcios o de unidades territoriales donde es posible llevar a cabo aquellos vínculos. La tarea primordial, tanto en la URSS como en los países occidentales, pasa por formar equipos de trabajo que integren a empresarios industriales, expertos en finanzas, especialistas en la economía soviética y tecnológos, que cooperen en el diseño de proyectos específicos. Los poderes públicos tienen que desarrollar una destacada función si se deciden a favorecer esa colaboración eficaz, aportando su capacidad de gestión para conseguir la integracion y el funcionamiento de tales equipos.

Enrique Palazuelos pertenece al Centro de Estudios de Países del Este, profesor titular de Economía Internacional y Desarrollo de la Universidad Complutense.

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