Ambigüedad barroca
En la concepción tradicional de la coreografía, el condicionante fundamental del movimiento es la música, que no sólo impone al coreógrafo su estructura temporal rítmica, sino a menudo también su universo espiritual, hasta tal punto que resulta sorprendente la facilidad con que la danza teatral se ha desarrollado tan al margen de las artes plásticas.La danza moderna ha redescubierto en cierto modo la fuerza de la imagen, pero, aun así, no son numerosos los coreógrafos interesados en tomar como punto de partida directo para su creación una obra pictórica.
El barroco español inspiró hace unos años un sorprendente y depurado trabajo de Pilar Sierra, que elaboraba sobre la complejidad espacial y dinámica y la carga mística de aquel mundo plástico. Ahora, Santiago Sempere ha montado para el Centro Dramático de Valencia un Ribera, que inauguró el viernes la participación del Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas en la presente edición del Madrid en Danza.
Ribera
De Santiago Sempere. Música: Pray Pax, Alain Michon y Thierry Azarn. Escenografía: Francesc Messa. lluminación: Anton Rueda. Bailarines: Antonio Aparisi, Francisco Bodi, Silvia Cuesta, Mar Cutillas, José Jiménez. Rufo Gimeno y Jasone Muñoz. Dirección artística y coreografía: Santiago Sempere. Sala Olimpia. Madrid, 3 de mayo.
Sempere, poco conocido aquí, aunque lleva bastantes años trabajando en Francia, crea (junto con el escenógrafo Francesc Messa y el iluminador Antoni Rueda) un ambiente previsiblemente tenebroso; pone énfasis en los aspectos más ambiguos e inquietantes del pintor valenciano -la tortura del cuerpo desnudo, siempre en primer plano de luz, como fuente de éxtasis- y puebla la escena de los personajes marginados sociales y psicológicos que se encuentran en Ribera.
La producción tiene calidad, y en la primera parte consigue mantener el interés, con un esfuerzo por manejar el espacio y un movimiento a menudo brutal que culmina en un paso a dos de intensa fisicalidad y carga pasional. Luego, la obra decae; las múltiples sugerencias y líneas dinámicas de Ribera parecen interesar menos a Sempere que las interpretaciones psiconalíticas, y la coreografía no logra dar expresión a una escena cuyo primer efecto se ha agotado ya.
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