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Una antológica de Seurat en París y Nueva York conmemora el centenario del artista

La muestra exhibe más de 200 piezas del creador del puntillismo

En el centenario de la muerte del creador del puntillismo, Georges Pierre Seurat, se va a inagurar en el Grand Palais de París, el próximo 13 de abril, una antológica dedicada a su obra. La misma exposición, conpocas variantes, se mostrará, a partir del 9 de septiembre, en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York. La figura de Seurat -que falleció a los 31 años, de una fulminante infección en la garganta, estuvo muy marcada por el etiquetaje del que ha sido objeto su obra. Seurat no fue comprendido en Francia, que condenó al pintor a una vida de escasos éxitos. Obtuvo una muy mediocre consideración entre la crítica, incluso mucho tiempo después de su desaparición.

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La antológica está marcada por tres ausencias fundamentales: ni Une baignade, Asnieres, ni Un dimanche a la grand jatte, ni Les poseuses han podido salir de Londres, Chicago o Pensilvania.El precario estado de conservación de las pinturas o los distintos criterios de préstamos de cada museo hacen que el visitante del Grand Palais tenga que conformarse con la reproducción fotográfica en blanco y negro y de tamaño natural de los cuadros ausentes.

Pero si falta la obra acabada, lo que París sí nos ofrece es todo el proceso de la creación, los estudios previos a los que se entregaba Seurat, como un fotógrafo empeñado en ampliaciones parciales, que insiste una y otra vez sobre un mismo decorado, disponiendo las figuras de distintas formas, jugando a la combinatoria, creando relaciones entre los personajes. Algunos, después de una vida intensa en los cuadros o dibujos en pequeño formato, desaparecen luego llevándose su historia.

La antológica dedicada a Seurat queda marcada por los cuadros que no están y por esa posibilidad de reconstruirlos a partir de distintas piezas, pero también por algunas grandes telas que sí cuelgan de los muros del Grand Palais.

Se trata de Jeune femme se poudrant, de Cirque, de Parade de cirque y de dos paisajes de Le Crotoy y de las series pintadas en Honfleur, Grandcamp, Gravelines o el Port-en-Bessin, así como de otros, de menor formato, inspirados por la banlieu de París. Los dibujos, exceptuados los de su periodo de formación académica, son impresionantes por su dureza. La figura es presentada muy a menudo dando la espalda a la mirada, sola, en todo caso sin hablar con nadie.

Los paisajes son desolados, invernales a veces, sin ninguna concesión al pintoresquismo. El efecto del carbón sobre un papel de trama muy gruesa se asemeja a una telaraña tupida en la que la geometría hace alguna concesión al hombre.

Las más de 200 obras -pinturas sobre tela, cartón o madera y, sobre todo, dibujos- que se presentan en el Grand Palais sirven para deshacer una serie de equívocos: Seurat no es un artista poco productivo, sino alguien que ve interrumpida su evolución en plena explosión creativa; no es cierto que su valor dependa de su papel como precedente de la abstracción. En su trabajo, el tema, sin ser central, no desaparece. Georges Pierre Seurat estiliza, pero es un obseso de los detalles, de un cierto respeto para con lo referente convertido en luz y color.

Tampoco es el reduccionismo el que le convierte en líder de una escuela y en tecnificador de la producción artística, dedicado, bajo la guía de Chevreul, a especular sobre la mezcla óptica y sobre cómo el cerebro reduce los miles (le manchas de colores puros.

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