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La hierba no crece

Gran escándalo en Italia por los estadios del Mundial

Juan Arias

Todo comenzó con una presunta excusa: los jugadores del Milan achacaban al mal estado del terreno de juego de San Siro cierta pérdida en su capacidad goleadora. El césped era un desastre. Pero no era cosa de cambiarlo: los arquitectos olvidaron que un novedoso techo impedía el paso de la luz y originaba un microclima que dificultaba el crecimiento de la hierba. De la moqueta de San Siro a la de Roma, denominada comúnmente "campo de patatas". Y de Roma a Bari, de Bari a Nápoles, de Nápoles a Turín.... y de Turín al gran escándalo nacional.

Los futbolistas están indignados. También el público. Y la onda expansiva ha llegado a Franco Carraro, presidente del CONI (Comité Olímpico Italiano) y alcalde de Roma, que ha pedido al ministro de Turismo y Espectáculo, Carlo Tognoli, que abra una investigación para "conocer de quién es la responsabilidad acerca de las condiciones en las que se encuentran algunos campos de fútbol". En realidad, todos los que sirvieron para el Mundial, excepto los de Cagliari, Bolonia, Verona y Udine, están bajo el huracán de la polémica.Carraro, en su carta al ministro, afirma: "Por lo que se refiere al aumento de los costos previstos inicialmente y sobre las condiciones desastrosas de algunos terrenos de juego, han explotado numerosas polémicas que involucran a organismos y personas que habían tenido la responsabilidad de los campeonatos del mundo. Por ello es justo que la opinión pública conozca lo que de verdad ha pasado, cómo y por quiénes fueron tomadas ciertas decisiones y por qué se han dado determinados inconvenientes".

La respuesta del ministro no se hizo esperar, ya que inmediatamente creó una comisión compuesta por los mayores dirigentes del ministerio, por expertos del Ministerio de Agricultura y de la Federación Nacional Italiana de Fútbol, la cual, ha afirmado el ministro Tognoli, "analizará las causas técnicas que hacen difícil jugar en los campos de Turín, Génova, Milán y Roma".

El asunto tiene una explicación muy sencilla: se presupuestaron 40.000 millones para remodelar 12 estadios pero se terminaron gastando 100.000. Y todo ello para que más de la mitad de las construcciones presenten graves deficiencias a los pocos meses. Como siempre ocurre en Italia cuando se trata de usar el dinero público, surgen apetitos no siempre legítimos y emerge lo más granado de una cierta clase política muy propensa a hacer favores a sus constructores amigos. De hecho, bien pronto empezaron las peleas entre los partidos del Gobierno para las subastas, hasta el punto que faltaba poco para el Mundial y las obras en los estadios apenas habían empezado. Al final, ante el miedo de que se pudiera llegar a una situación de bochorno internacional, todo se puso en marcha pero de un modo caótico, lo que produjo hasta 24 muertos y numerosos heridos durante las obras.

El gusto estético de los italianos y el entusiasmo por el Mundial llevaron al olvido las polémicas. Pero las lluvias del invierno han dejado al desnudo la realidad, una realidad que podrá acabar en las salas de los tribunales y que impide a algunos grandes equipos poder ofrecer buen fútbol.

Esa triste realidad tiene dos vertientes: la primera, el aumento increíble de costes que han hecho sospechar la mano de la mafia. La segunda, conectada con la primera, es la construcción o reconstrucción defectuosa de los campos. Y lo que más indigna a grandes y chicos es que no exista un solo responsable del desastre. Cada uno acusa a los demás, y todos se lavan las manos.

No es extraño que la polémica degenere en sorna. Así, para arreglar el césped del estadio olímpico de Roma llegaron a la capital un grupo de agrónomos alemanes. Los romanos aprovecharon la ocasión para hacer uso de su buen humor: "Puesto que más que un campo de fútbol parece un campo de patatas, nadie mejor que los alemanes, a quienes tanto les gusta comer patatas, para examinarlo y dar su parecer".

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