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La soledad de Benazir

La campaña electoral de Benazir Bhutto estuvo acompañada por el ruido de los sables, pero contrariamente a lo que los mismos paquistaníes temían no corrió la sangre, y las elecciones, tras 11 años de dictadura, fueron suficientemente limpias para creer que una nueva era comenzaba en el país de los puros. En diciembre de 1988, Benazir se convirtió en la primera mujer de la historia que se hacía cargo del Gobierno de una república islámica. La subida al. poder de esta bella dama de 37 años sirvió, ante todo, para mejorar la imagen internacional de Pakistán y para que los paquistaníes confiaran en verse libres de la bota militar que les oprimía casi desde el nacimiento del país, en 1947.La lucha por cimentar las bases de la democracia y por integrar el país en la comunidad internacional han sido los dos caballos de batalla de Benazir Bhutto. El uso de las prerrogativas constitucionales por el presidente, Gulam Ishaq Jan, para disolver el Parlamento es tal vez consecuencia del fracaso de Benazir en su empeño. Han sido 19 meses de trabajo sin descanso, pero 19 meses en que día a día se hacía mayor el aislamiento de Benazir frente a la realidad del país. Como Don Quijote, la primera ministra inició una lucha en solitario contra las aspas de los militares, del extremismo islámico, de la limitación presupuestaria, de la mafia de las drogas y, muy especialmente, del mercado negro de armas que controla las finanzas, los cuarteles y la vida política y social de Pakistán.

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Sus detractores siempre dijeron que le "venía grande" dirigir un país con tantos problemas. Quienes creyeron en ella hablaban de su voluntad de hierro para hacer frente a cualquier adversidad y sólo temían que su soberbia le jugara una mala pasada. Sin duda, esta fiera política ha perdido su carrera por no haber sabido rodearse de una camarilla de absoluta confianza y con la que supiera compartir el fardo del poder.

También le faltó a Benazir mano dura para castigar a quienes se aprovechaban de estar a su lado bajo la simple teoría de que Pakistán ha sido un país de corruptos desde su alumbramiento. La corrupción ha salpicado la misma casa de Benazir, y su propio marido, Alí Zardari, es la persona a quien apuntan todos los dedos.

Encerrada en una urna de cristal, Benazir Bhutto dejó pasar la oportunidad que había buscado desesperadamente desde que su padre y también primer ministro, Zulficar Alí Bhutto, fuera enviado a la horca por eldictador Mohamed Zia Ul Haq, muerto en un extraño accidente aéreo en agosto de 1988. La sombra de Zia vuelve a planear sobre el país. En los últimos meses era apreciable el deterioro de las relaciones entre el presidente y la primera ministra y entre ésta y su ministro de Defensa, general Mirza Aslam Beg. En junio pasado, durante el estallido étnico de Sind, provincia natal de Benazir, se aseguraba que habían dejado de hablarse directamente. La incapacidad del Gobierno para poner fin a la sangría y la necesidad de recurrir al Ejército para imponer el orden presagiaba lo ocurrido el lunes.

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