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Contra el fatalismo

Considera el articulista que el resultado final de las catástrofes naturales siempre es cuantificable en víctimas humanas. De ahí la necesidad -como ha hecho la ONU- de desarrollar la conciencia mundial en torno a los desastres y su posible prevención, o cuando menos, difusión de las técnicas que disminuyan los riesgos.

Buena parte de la atención pública está centrada estos días en algunos acontecimientos políticos mundiales de la mayor importancia. La Organización de las Naciones Unidas, por su parte, se siente orgullosa del papel que está desempeñando en la promoción de la paz y la seguridad internacional y en la autodeterminación de los pueblos. La carta llama también a la organización a promover la cooperación internacional en la solución de los problemas internacionales de carácter económico, social, cultural o humanitario, y es importante que continuemos con nuestro esfuerzo también en este campo.Cada año, el mundo sufre innumerables desastres naturales, que se producen en todas las partes de nuestro planeta y tienen como resultado muertes y trastornos para las personas, destrucción de bienes y desorganización de la actividad económica y social. Para los países en vías de desarrollo, las consecuencias de estos desastres son particularmente onerosas, al frenar el progreso logrado con grandes sacrificios y desviar recursos críticamente necesitados para los fines del desarrollo. Todos los indicios sugieren que, a menos que se haga algo, la magnitud de los desastres naturales aumentará como resultado del crecimiento de la población y de su concentración en áreas vulnerables a los mismos.

Tradicionalmente, la humanidad ha adoptado una postura fatalista, aceptando como inevitable los desastres naturales. Pero esto ha dejado de ser válido. Los avances en el conocimiento científico y tecnológico ofrecen la oportunidad de mitigar, en algunos casos, las graves consecuencias de los fenómenos naturales, evitando incluso que éstos se produzcan. Lo que se requiere es el compromiso político y el esfuerzo necesarios para aprovechar este conocimiento con objeto de romper el ciclo de muerte y destrucción.

Para hacer realidad este potencial, la Asamblea General de las Naciones Unidas ha proclamado los años noventa como la Década Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales, con el objetivo de aminorar, mediante una acción internacional concertada, especialmente en los países en vías de desarrollo, las pérdidas de vidas humanas, los daños en los bienes y el trastorno social y económico causados por los desastres naturales. La asamblea general ha establecido una serie de directrices para la acción en los niveles nacionales, regionales e internacionales con el fin de lograr dicho objetivo.

Hay varias cuestiones básicas que impregnan la planificación para la década. Posiblemente el más importante es la necesidad de integrar los esfuerzos de todos los elementos importantes de la sociedad. Para el éxito de la década resulta esencial la participación tanto de las comunidades locales como de las autoridades nacionales. De igual modo, tanto la comunidad científica como la comunidad empresarial están llamadas a participar plenamente. La educación y la información pública son componentes decisivos de la década. La creación de comités nacionales contribuiría a aunar los esfuerzos de los diversos componentes necesarios para formular y poner en marcha de manera efectiva los programas nacionales de reducción de los desastres, planes que deben constituir una parte integrante de los planes de desarrollo de los Gobiernos.

Acción mundial

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No obstante, los desastres naturales no respetan las fronteras nacionales y, por consiguiente, un programa efectivo exigirá también una coherente acción regional y mundial. En esta conexión resulta importante que los países en vías de desarrollo tengan acceso a los recursos necesarios para aplicar las tecnologías actualmente existentes y las nuevas que surjan, con objeto de permitir su plena participación en la década. Un componente importante de este empeño es el desarrollo de tecnologías y procedimientos de bajo coste para garantizar su aplicación en las comunidades locales.

La década pretende llegar también a un enfoque totalizador para los problemas de los desastres nacionales. En el pasado existía la tendencia de tratar cada desastre natural como un acontecimiento separado y responder en consecuencia. Para superar esto es necesario que exista un mayor intercambio de información entre las distintas disciplinas en la comunidad científica y tecnológica, así como entre cada comunidad y los demás actores primordiales. Igualmente importante sería que existiera un sentido de continuidad entre la valoración de los riesgos, la prevención y la preparación ante los desastres, la respuesta a los mismos y los esfuerzos de rehabilitación.

En el análisis final son las personas las víctimas de los desastres naturales, y el componente más fuerte de cualquier convenio o pacto para la acción son ellas. Es necesario desarrollar una conciencia de los desastres entre la población en general, un conocimiento de que las personas pueden actuar para salvar a sus familias y sus hogares.

El sistema de las Naciones Unidas está en una posición sin igual para desempeñar un papel conductor en la década, dada su naturaleza universal, su competencia en numerosos sectores y su historia¡ en operaciones sobre el terreno. Las Naciones Unidas están llamadas específicamente a convertirse en un centro para el intercambio de la información, el almacenamiento de documentos y la coordinación de los esfuerzos internacionales concernientes a las actividades en apoyo del objetivo y los fines de la década.

La Década Internacional para la Reducción de los Desastres naturales proporciona el marco adecuado para poner un orden en todas esas actividades y recursos. Aunque las Naciones Unidas están llamadas a desempeñar un importante papel coordinador y catalizador, es importante hacer notar que ésta no es una década de las Naciones Unidas, sino una década internacional que requerirá la participación activa de la comunidad internacional en su sentido más auténtico.

es director general para el Desarrollo y la Cooperación Económica Internacional de la ONU.

Traducción: M. C. Ruiz de Elvira.

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