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Entrevista:

Amália Rodrigues: "Estoy desprendida de la vida, y si no cantara ya estaría muerta"

La 'reina del fado' actúa hoy en Madrid para celebrar sus 50 años de carrera artística

Amália Rodrigues conmemora sus 50 años de carrera artística. Medio siglo de fados en una voz reconocida en todo el mundo. Cantante y canción coinciden en el dramatismo, la melancolía y la tristeza. Tras 22 años sin actuar en directo en Madrid, hoy ofrece un concierto en el Auditorio Nacional antes de finalizar su gira española el próximo día 17 en Santiago de Compostela. Desilusionada y escéptica, la reina del fado no piensa en la retirada -"no creo en eso de retirarse en belleza"- y mantiene en la música su esperanza: "Estoy desprendida de la vida, y si no cantara ya estaría muerta".

Es el sentimiento trágico de la vida hecho fado. Menuda y pasional, con una mirada entre la luminosidad y la melancolía, Amália Rodrigues se expresa en un correcto castellano cuando dice: "Comencé como cantante profesional a los 19 años. Con estos conciertos celebro 50 años de carrera artística, así que...". Son 69 años de edad que no intenta ocultar y que resume fugazmente: "A los cuatro años ya cantaba lo que me enseñaba mi abuela. Canciones de su tierra. Toda mi vida ha sido muy fácil. Tan fácil que no me he dado cuenta".Su biografía no dice lo mismo. Las penurias de la familia Rodrigues, procedente de la Beira Baixa, obligaron al padre de Amália Rodrigues a buscar trabajo en Lisboa, donde nació la cantante. Catorce meses después, la familia volvió al campo sin trabajo y sin recién nacida. Amália Rodrigues se quedó en la ciudad con su abuela hasta que, cumplidos los 14 años, regresó con su madre. Su carácter ya era campo abonado para el fado. "Siempre he sido una persona desencantada, desilusionada. Demasiado idealista. Tengo toda la angustia, toda la soledad. Todo lo que necesita el fado".

Cuando Amália Rodrigues habla del fado lo hace con vehemencia: "El fado es un misterio. Como el flamenco. Tiene profundidad y hace pensar, sufrir, llorar. .. Tiene raíz y por eso se mantiene puro, sin grandes variaciones. Sólo cambian los cantantes, los guitarristas y los poetas".

Para algunos, el fado es un tipo de canción marítima, muy popular en el siglo XIX, que después se estableció en los cafés, cabarés y clubes nocturnos de Lisboa. Para otros, tiene influencias musicales árabes, marroquíes, surafricanas y mozambiqueñas. Todos coinciden en su carácter melancólico, desgarrado, dramático y triste. "No me gusta la música frívola", dice Amália Rodrigues. "Por eso prefiero la ranchera mexicana y el tango. Mi cantante más admirada siempre ha sido Om Kalsoum". Y tras el nombre de la egipcia siguen otros: la Niña de los Peines, Antonio Chacón, Manuel Torre, Camarón, Niño Ricardo y Carmen Amaya. "Debo tener una costilla gítana", afirma la cantante, "y aunque España ha sido el país que menos me ha reconocido, esto no me hace cambiar mi amor por la música española ni por el país".

En el Madrid de 1943 realizó Amália Rodrigues, que entonces tenía 23 años, su primera actuación fuera de Portugal. Era el principio de una trayectoria reconocida en todo el mundo y que, con motivo de los 50 años de carrera, ha reunido en su homenaje un comité de honor formado por músicos (Plácido Domingo, Miles Davis, Charles Aznavour, Yehudi Menuhin, Milva), cineastas (Federico Fellini, Pedro Almodóvar, Dirk Bogarde, Sophia Loren, Anthony Quinn), escritores (Gonzalo Torrente Ballester, Mario Vargas Llosa) y políticos (Marlo Soares, Javier Pérez de Cuéllar, Jacques Delors, Jack Lang, Leopold Sedar Shengor y el conde de Barcelona).

Es un homenaje que intenta hacer olvidar a Amália Rodrigues tiempos difíciles no demasiado lejanos. Poco después de la revolución del 25 de abril de 1974 fue acusada de pertenecer a la PIDE (policía secreta de Salazar). "Recuerdo que tenía que cantar en Madrid el día 27. El aeropuerto de Lisboa estaba cerrado y tuve que viajar en coche. Regresé pocos días después, pero me callaron en la radio, en la Prensa y en la televisión. Decían que el fado alienaba a la gente. Afortunadamente, hoy todo está olvidado y los jóvenes cantan fados".

Acontecimiento

El concierto de Amália Rodrigues en el Coliseo dos Recreios de Lisboa el pasado 8 de enero fue un acontecimiento para la música portuguesa. Frases como "Amália, heterónimo de Portugal", "enigma a sus propios ojos" y "milagro de fidelidad a sí misma" adornaron la conmemoración de medio siglo de fados en su voz más representativa e innovadora. "No sé cuál ha sido mi aportación al fado. Nunca pensé en nada, todo lo hice naturalmente. Como los cantantes de flamenco", dice Amália Rodrigues señalándose el corazón. "Sólo tengo una manía: no repetirme. Si me repito me aburro. Odio la rutina. Cuando cambio la melodía de un fado durante la actuación, a veces me sale peor que la original, y entonces me arrepiento, pero jamás he cantado un fado de la misma manera. De otra manera me hubiera retirado hace tiempo. A quien se repite el público le abandona. He intentado tener vergüenza".

A sus 69 años, Amália Rodrigues no piensa en su retirada. "Mientras el público se ponga en pie y pida más, tras dos horas y medía de recital, no me retiraré. No creo en eso de retirarse en belleza. Tendría que haberlo hecho a los 40 años. He apurado, condensado todo, y estoy preparada. Nunca me he dado ninguna importancia. Ése es mi mal, y si he escuchado el sí del público, también puedo escuchar el no". Y como una gran diva dramática, Amália Rodrigues termina afirmando con tremenda naturalidad: "Solo los aplausos y el amor del público me mantienen viva. Estoy desprendida de la vida, y si no cantara ya estaría muerta".

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