Revolución ejemplar

AUNQUE EL ritmo rápido de los cambios es un rasgo general en el conjunto de los países del Este, Checoslovaquia ofrece el ejemplo de una revolución vertiginosa que, en el plazo de tres semanas y sin una gota de sangre, ha dado nacimiento a un nuevo poder. Hasta el 17 de noviembre, jornada de grandes manifestaciones brutalmente reprimidas por la policía, parecía que el falso reformismo de Jakes iba a mantenerse. Comprometido en la represión de los dirigentes de la primavera de Praga de 1968, Jakes había presentado su nombramiento al frente del partido, en lugar del veterano Husak, como el inicio del proceso de reformas, aunque casi todo siguió como antes. Después del 17 de noviembre, las manifestaciones populares fueron creciendo, desbordaron a la policía y la cumbre del poder se descompuso.Detonante inicial del proceso, el pueblo en la calle ha sido después, de modo casi permanente, el factor decisivo de los cambios vertiginosos que, venciendo las maniobras de los comunistas para conservar el poder, han llevado al resultado actual. Husak, que conservaba la presidencia de la República, ha terminado por dimitir bajo la presión de los manifestantes. Trágico destino el de este hombre que, después de haber sufrido persecución en la época estaliniana y de haber participado en la reforma de 1968, se convirtió en tránsfuga, abandonando a sus compañeros, y se puso al servicio de Breznev para normalizar Checoslovaquia. Por otro lado, y por primera vez desde hace décadas, Checoslovaquia asume un Gobierno sin mayoría comunista y en cuyo seno los representantes de la oposición, como Komarek, Carnogursky y Dienstbier, tienen un peso decisivo.

Varios ministros del Gobierno estaban en la cárcel hasta una fecha reciente, lo que pone de relieve hasta qué punto el giro ha sido rápido y radical. Está triunfando una revolución, pero no hay sensación de angustia. ante el futuro. Checoslovaquia -y es una diferencia apreciable con otros países- tiene una madurez democrática arraigada en la historia. El sistema implantado en Checoslovaquia después de la Segunda Guerra Mundial se impuso mediante un acto de violencia contra la voluntad popular. En 1968 fueron tropas extranjeras las que dieron el poder al equipo de Husak, Jakes y compañía. Ello explica la fragilidad política de un régimen sin raíces propias. El pueblo checoslovaco ha tardado en encontrar el proceso de cambios, pero cuando lo ha hecho ha sido para vencer.

El papel desempeñado por la URS S, y concretamente por Gorbachov, ha sido también de una importancia decisiva. Si Moscú tuvo una actitud expectante al principio, la reciente decisión del Pacto de Varsovia de condenar sin paliativos la invasión de Checoslovaquia hace 21 años deja sin legitimidad y moralmente marcados a los que han gobernado en Praga desde 1968: seres despreciables que apoyaron una intervención militar contra su propia patria, una intervención además calificada ahora por los mismos que la realizaron como contraria al derecho internacional y a los intereses del socialismo. Los que aún quedan de ese Estado y de ese partido en liquidación están obligados a entregar el poder sin dilaciones a las fuerzas sanas de la sociedad.

El, nuevo Gobierno tiene una composición adecuada para preparar las elecciones previstas para la primera mitad de 1990. Otra pieza decisiva para la transición es el presidente de la República. Su designación corresponde a una Asamblea Nacional de la época antigua, carente, por tanto, de legitimidad. Debe simplemente cumplir los trámites legales, pero hacerlo escuchando los deseos de los ciudadanos porque, para que el nuevo presidente pueda ser garante de estabilidad en una época de tormentas, debe contar con un amplio -consenso popular. La figura del dramaturgo Vaclav Havel reúne plenamente esa condición.