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Tribuna:LA ÚLTIMA DÉCADA
Tribuna
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Regresos plásticos

El ataque del príncipe Carlos de Inglaterra contra las formas de la arquitectura moderna es indicio de algo más que una posición de la realeza. La sociedad británica, al amparo de unos años de conservadurismo tatcheriano, parece haber girado hacia gustos estéticos tradicionales, especialmente en lo que se refiere a los ámbitos de la construcción y el diseño. Matthew Hilton, uno de los principales diseñadores de mobiliario de la nueva generación, ha declarado que "es muy difícil actualmente ver diseño contemporáneo en Londres". "No existen", dice, "nuevos hoteles, ninguno de los nuevos edificios de la City se surte de muebles y objetos de estilo moderno y apenas se encuentran locales que propicien la manifestación de esta clase de producciones si se exceptúan las pequeñas boutiques". En opinión del crÍtico de arte Guy Rupert Beckett, se estaría asistiendo a una crisis general (del modernismo en todo el país, y los arquitectos celebrados, a extremos de fervor popular, se encuentran representados por el caso de Quinlan Tery, que acaba de concluir un colosal proyecto de viviendas en Richmond reproduciendo en sus fachadas el estilo neogeorgiano.Por su parte, las gentes acomodadas de Chelsea se afanan ahora en devolver a sus antiguas viviendas, que acondicionaron en los años sesenta según modelos funcionales, las molduras, los adornos y caracteres originales que les correspondían. El gusto se dirige a lo grandioso y representativo según la antigua usanza. Dorados, antigüedades del XVIII, auténticas o falsificadas, piezas contorneadas y aderezos marcan la tónica de la demanda en las clases más establecidas. El design continúa siendo un signo de juventud rica y sofisticada, pero con el estigma de exponerse como nuevos ricos. Las familias de mayor poder económico, los City boys de las finanzas, dedican sus sábados a visitar Fulham Road, donde adquieren no importa qué con tal de que sea rococó y se revista de dorados. Un famoso diseñador inglés como es William Longdon, celebrado en Estados Unidos al punto de habérsele encomendado la decoración de la guarida de Joker en la película Batman, ha sido blanco de irrisión entre la crítica inglesa.

Matrimonios de colores

Aprecio por el pasado, por lo natural, por lo primitivo, por las otras culturas. He aquí la tónica contemporánea. Según un re ciente número de la revista de Lausana L'Hebdo, la moda en la campiña suiza es contraer matrimonio con una mujer de color del otro hemisferio. Las mujeres de Tailandia o de San Mauricio se han convertido en el objetivo de numerosos campesinos helvéticos en cuyas tierra el celibato alcanza proporciones elevadas. Una organización al efecto se cuida de los contactos por correspondencia con la futuras esposas y facilita la importación a cambio de satisfacer unas tarifas. La última película del suizo Alain Tarmer, La mujer de Rose Hill, trata con delicadeza este asunto, sin dejar de evocar también las épocas de odio entre las razas y el esclavismo, presente en otros datos de la sociedad y la cultura actual europeas. ¿Racismo? ¿Comunicación de razas? En la actual campaña publicitaria mundial que ha promovido Benetton con el eslogan de United Colors han comenzado a aparecer problemas. En España se ha difundido mediante vallas la estampa de una mano blanca y otra negra unidas por unas esposas, pero existe otra imagen en la misma línea del mensaje donde aparece una mujer negra con sus senos desnudos amamantando a un niño blanco. En París, varios locales de la firma italiana han sido asaltados con bombas lacrimógenas por grupos que interpretaban el anuncio como una declaración de racismo antieuropeo. Casi simultáneamente, negros norteamericanos han deducído, en sentido contrario, que una mujer negra ofreciendo su leche a un bebé blanco recordaba los tiempos de sumisión y explotación de los negros. Extremistas de derecha, a su vez, juzgan que la fotografía proclama una forma de extinción de la raza blanca. Para cerrar la paradoja, vale la pena considerar que los responsables de Benetton lanzaron esta forma de publicidad con la intención de vender lo mismo en 80 países diferentes y, por tanto, de manifestarse como antirracistas.

Zapatillas agotadas

Siguiendo la regla en vigor de que lo viejo es lo nuevo y lo distintivo es el pasado, merece destacarse el nuevo furor juvenil, presente en Estados Unidos o en el Reino Unido, por comprar calzado deportivo cuyas series han dejado de fabricarse. El reciente interés por exhibir la última o la más cara de las zapatillas Nike, Reebok o Diadora se ha susdtuido por el prestigio de calzar alguno de los modelos de hace varios años desaparecidos del mercado principal y que, en consecuencia, sólo se encuentran, acaso cubiertos de polvo y arrinconados, en comercios poco prósperos de barriadas y poblaciones pequeñas. La lista de los modelos más codiciados en orden a su mayor dificultad de obtención ha sido publicada por la acreditada revista londinense The Face. A la cabeza de las zapatillas más preciadas se encuentra la Puma Whitestar en azul y negro; en segundo lugar, la Nike Penetrator (suede); en tercero, la Adidas Limited Edition Snakeskin Stripe Supe Star; en cuarto, la Adidas Gazelle; en quinto, la Puma States; en sexto, la Nike Bruin; en séptimo, la Puma Pele Rio Signatured, en octavo, la Adidas Kareem Abdul Jabars; en noveno, la Diadora kangarooskin Borg Elite y la Borg Elite Gold Adidas, y en décimo, la Metro Attitude en blanco y negro. Diez supervalores del calzado deportivo antiguo destinadas a conferir un nuevo tono.

Dormitorios de museo

En el centro de Bruselas se ha abierto lo que sus promotores llaman el primer hotel-museo de la historia. Se trata del hotel Siru, y su peculiaridad radica en que los muros de cada una de su centenar de habitaciones han sido entregados a la inspiración de otros tantos pintores belgas contemporáneos. Desde Albert Pepermans hasta Roger Sommville, desde Luc Coeckelbergs hasta César Bailleux, han trabajado en la decoración de las cabeceras, los techos o las puertas de las alcobas. César Bailleux ha confesado al mensual City que su obra en la habitación 308 está destinada a procurar "el orgasmo del viajero". Por su parte, Sommville, responsable de la habitación 408, se autoestima el más eficaz de todos. Anota en favor su pintura (un lienzo de unos cuatro metros cuadrados sobre las almohadas, donde se representa a un señor que fuma y contempla a una mujer desnuda) que una pareja ocupó el cuarto y pasó tres días y tres noches sin salir de él.

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