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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Ante una librería

Trabajo en una librería y vivo a diario la rígida actitud adoptada por muchas de las personas que entran en ella: casi todos se detienen desvalidos, esperando la atención salvadora del empleado. No se atreven a acercarse por su cuenta, a las estanterías para tratar de encontrar aquello que desean.En estos tiempos tan modernos el librero es un gran chamán más que tiene la solución para todo. Así no es extraño atender al cliente que pide el libro milagroso que ha de gustar irremediablemente a una persona conocida suya y de la cual el librero no sabe nada. De qué libro se trate no importa demasiado. No existe búsqueda. ni riesgo propio. Y me pregunto: ¿por qué esa atribución de poder al librero? ¿Qué sabe él de: segundas, terceras personas? Supongo que es más fácil delegar la responsabilidad de la elección; así, la equivocación, si existe, será de otro.

La librería es concebida como lugar sagrado / intocable, donde la profanación consiste en llegar, buscar y hojear el libro por cuenta propia. Quizá la ausencia de movilidad en este recinto se deba a una falta de libertad vivida en la mayoría de los demás ámbitos vitales durante muchos años. Todavía hoy es un lugar que no frecuentamos con asiduidad y placer, sino, en la mayoría de los casos, por obligación: debemos encontrar, no queremos encontrar. Nadie quiere perderse entre los anaqueles, husmear novedades y antigüedades: rápidamente mis oídos reciben el impacto de la pregunta / demanda clave que viene a soslayar un malestar por lo visto insoportable y a resolver problemas propios: "Señorita, por favor, deme el mejor libro sobre el tema X ". Como si en este tiempo de especialización hubiera yo de conducirme a la manera renacentista y, sin tener en cuenta la cantidad de libros que existen sobre cada tema, tuviera el deber de habérmelos leído todos y, aún más, haber extraído de tan ímproba labor un criterio propio y una opinión comparativa para ofrecérsela galantemente al cliente poseedor de tan conspicua concepción de la literatura. No, señor, no. No existe el mejor libro; sólo libros que se complementan.

Esto bien lo saben los lectores asiduos. Una inestimable ayuda para el librero es una bibliografía sobre el tema requerido, y ésta en contadísimos casos se aporta. Entiendo este oficio como ayuda y colaboración entre cliente-Iibrero y no como responsabilidad de uno sólo. Un cambio de actitud en este sentido ayudaría enormemente sobre todo al que pregunta, pues dejaría de necesitar que alguien lo atendiera de forma tan salvífica y perentoria-

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